Estoy cansado de las faltas de ortografía en la comunidad de pseudo-intelectualismo, en la pretensión de ir más allá de lo visible como para reflexionarlo en ensayos, cartas, poemas o escritos sin un nombre específico más que un burdo “entradas de diario para compartir”. No puedo evitarlo; lo veo todo el tiempo. Una coma que separa mal las oraciones, los puntos que se omiten y hacen del párrafo algo imposible de leer, las tildes más colocadas. Lo veo y es estresante, pero es más estresante saber que todo mi agobio no viene del escrito, de la coherencia y/o cohesión; no tiene que ver con lo que he aprendido y el camino que tomé hace más de 10 años eligiendo un profesor que no me permitía entregar las tareas hasta que estuviera impecable. Ni siquiera recuerdo todas sus reglas o enseñanzas.
Sé que mi penar viene del castigo que ejerzo en todos por emocionalidad, por el poco cuidado que creo que ponen al expresarse y sacar lo que los corroe por dentro. He estado ahí, escribiendo en la madrugada intentando que cada pensamiento abandone mi cabeza y me permita dormir o, peor aún, intentando que cada pensamiento salga de mi ser y el llanto cese para poder revisar la pantalla. No sé de dónde vienen las ganas de escribir y mostrarlo, pero también lo siento. En algún momento creí que era mi forma de lanzar palabras al mundo y recordarles a las personas que no están solas; tenemos distintas formas de verlo, pero existe mucha pena en el mundo y rara vez tenemos una experiencia única en este ámbito. Pero volviendo a mi punto, incluso cuando soy yo, lo castigo demasiado. Si haré algo, debe hacerse perfectamente; si quiero compartir algo, debe ser digno de verse. Palabras de mi madre y un dicho que jamás ha podido pasar a un hábito: sigo siendo humano y las cosas todavía me salen mal; cometo errores y soy torpe o poco atento. Mis sentimientos solo han sido válidos cuando la prosa está impecable y cuando la narrativa no tiene falla.
Detesto las faltas de ortografía en los escritos de los demás, detesto tener que entenderlos y detesto no poder evitar el empatizar con ellos. Detesto vernos humanos como seres sintientes que usan su herramienta más poderosa para darse aliento y hacerme sentir acompañado, aunque sea detrás de una pantalla. Detesto no poder evitarme este sentir y tener que ver de frente mis propias imperfecciones y detesto no poder quitarme de encima el juicio contra mi propia sensibilidad.
En otro mundo no soy humano, no me siento como el resto de las personas y no me conmueve hasta las lágrimas cualquier gesto que me recuerde mi formación en carne y hueso. Allá mis preocupaciones son reales y son importantes. Son urgentes. No cometo ninguna falta ortográfica y cuando hablo, todos escuchan.
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