Yo también me acurruqué entre las sábanas y lloré. También me sentí sucia, también me sentí desarmada.
También sentí que mi vida carecía de propósito y a veces perdía el sentido. También me desconecté de la realidad para poder evadir la inmundicia que percibía, queriendo olvidar olores, sabores y sensaciones ajenas a mi deseo; y tuve ese decadente sentimiento de que mi cuerpo no conocía ningún límite, de que carecía del derecho de decidir a qué o a quién quería dejar habitarme.
Porque en ese momento, ni los sentimientos, ni los pensamientos, ni los deseos, ni mucho menos la carne que nos atraviesan son elegidos. Simplemente todo es una cadena de sucesos, que se siente cada vez peor y que parece que no va a terminar nunca.
A mi también me dolió el cuerpo, se me cerró el pecho como si tuviera clavado un cuchillo de fuego en el corazón; senti el agujero negro en el abdomen y las puntadas ardiendo en el útero; a mi también me invadió la sensación de que no valía nada: de que simplemente era un objeto inanimado, inerte, incapaz de sentir algo más que dolor.
En esos momentos no importaba el cuerpo, porque el dolor más grande estaba en el alma. Y se sabía desde el primer momento que sentías esa sensación, que era un sentimiento que iba a acompañarte el resto de tu vida.
Porque es eso, no se va.
Porque por más que pasen los años y la terapia; por más que lleguen buenas experiencias a reemplazar en la memoria los sucesos de esas noches de transpiración y desasosiego; por más que logres superarlo y salir adelante, continuar con tu vida: eso siempre va a estar ahí. No es una experiencia que uno pueda borrar, ni siquiera cuando la memoria se defiende olvidando literalmente.
Cada vez que escuches que a alguien le pasó algo similar, cada vez que sientas el peligro de que pueda volver a pasar, cada vez que el pasado te venga a buscar, esa sensación va a volver y va a sentirse exactamente igual de viva como el momento preciso en el que la conociste por primera vez. Y la mente se vuelve atemporal, no importa si fue ayer, no importa si fue hace diez años, siempre se siente como si acabara de suceder en ese preciso instante. Se repite todo. Como si nunca lo hubieras vivido. Es como el monstruo de las pesadillas que te persigue, pero hecho realidad, parado delante tuyo viéndote de frente.
Reventada, si. Porque no fue un manoseo, fue algo más. Porque no fue una vez, fueron muchas. Porque no hubo una parte de tu cuerpo que el otro se haya privado de conocer, ni una fantasía que se haya guardado. Reventada, porque no te dejó cuando vió que llorabas, ni cuando dijiste que no querías. Reventada, porque no elegiste cuando parar. Reventada, porque te invadieron, y traspasaron las membranas de tu cuerpo sin pedir permiso ni importar las consecuencias.
Puta, porque te lo buscaste. Porque de alguna manera lo elegiste. Y la sociedad te juzga, y te juzgas a vos misma. Y llega la culpa. Pero de todos los que hablaron, de todas esas personas que dijeron “dale, levantate, seguí con tu vida”, “dale ya está, no es para tanto”, “jodete, si vos te lo buscaste”, de todas esas personas ninguna estuvo en tu lugar. Ninguna sabe lo que se siente. Ninguna sabe tu historia, ni cómo llegaste ahí. Puta, porque si cobrabas o no cobrabas no importa, importa lo que te dejaste hacer.
A mi también me costó mucho al principio, pero con el tiempo aprendí a no juzgarme, a que no me importe si “esas cosas no se hablan”, aprendí que mi realidad es la que es, y que nadie va a venir a sacarme este dolor de encima.
A mi también me costó aceptarlo, aceptar que estaba vulnerable, que en ese momento de mi vida estaba o me sentía sola. Que a lo mejor era chica, a lo mejor tenía hambre, a lo mejor tenía hijos que alimentar, a lo mejor estaba en un estado alterado de conciencia, a lo mejor tenía dependencia emocional… A lo mejor, no importa por qué, pero acepté que estaba vulnerable. Acepté que no tenía la capacidad de verlo venir, ni mucho menos de defenderme. Acepté que no fue mi culpa.
A mi también me tocó callar, vivirlo sola, vivirlo en silencio. A mi también me poseyeron las noches oscuras, los excesos, el olvido, la soledad. Y tampoco nada me dió consuelo.
Y te cuento esto, no para reavivar el fuego de tu herida. Si no para que comprendas que, a pesar de todo, estás viva. A pesar de todo, seguís siendo dueña de tu destino, y tenés la posibilidad cada segundo de tu vida de elegir salir de donde estás. ¿Cómo? Eso no importa. Lo importante es salir de ahí. “Cueste lo que cueste, y caiga quien caiga”. La verdadera vida es solo para los valientes.
El tiempo cura las heridas. A veces tarda un poco más, a veces tarda un poco menos. Pero no te sientes a esperar. Seguí con tu vida, levántate, lavate la cara, bañate, perfumate, ponete linda, hacé algo por vos y para vos. Porque ese abrazo sanador que estas esperando, esas ganas de vivir, de recuperar todo lo que sentís que te arrebataron, no llegan solas. Tenés que levantarte y salir a buscar tu felicidad, porque el dolor no va a parar hasta que vos misma no decidas salir de ahí, porque se retroalimenta, dejandote atrapada en el tiempo, incrementando día a día.
Y te cuento esto, porque a mi también me sacudió la austeridad de la vida, pero en esos momentos, nadie vino a decirme SE PUEDE SALIR DE ACA.
Te cuento esto, porque no importa lo que te haya pasado, importa lo que quieras hacer con eso que te pasó. ¿Vas a guardarte el dolor, ese fuego quemandote adentro tuyo? ¿O vas a elegir transformarlo en fortaleza?
Yo elegí convertir eso que parecía una debilidad, en una fuerza motora que me recuerde que si pude con esa cantidad de dolor inexplicable en el alma, puedo con todo. Y le perdí el miedo a la vida, porque descubrí que así como esa sombra que me acompañará para siempre, yo también soy invencible. Porque ahora que yo elijo, ya nada ni nadie transgrede mis límites, y soy dueña de mi destino, capaz de crear una vida en la que sea realmente feliz.
Aunque duela, no te detengas, porque va a llegar el día en que todo deje de doler.
Los finales felices sí existen, pero hay que ir a buscarlos.-
Carta abierta a todas a las putas reventadas
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Cami Casarini
Hola! Soy Cami, escritora, tarotista y terapeuta holistica. Me encantaria escuchar tus comentarios sobre mis escritos. Escribime a IG!
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