Al que nada vio y nada percibió,
que pasea sus manos por piel marchita sin sentir un tipo de gracia incautada.
Se le atoran las palabran. No las traga ni las evoca.
Con su silencio que prevalece y nunca asesina.
Con su temor de niño, infligido por una mariposa.
Bebedor de mi sangre y de mis lágrimas hechas vino y agua.
¿Acaso no hacer algo es también una tarea sin fecha?
Que me humilla sin hacerlo y persigue sansaciones que tampoco identifica.
Testigo de múltiples delitos, calumnias e injurias
y de mi propia muerte
Ahora solo le queda deshonra y se le caen los dientes
Me ha entregado atada de manos y pies y vocifera palabras vacías
Se lava las manos en agua maldecida
Me mira para decirme nada
Se levanta para irse cada mañana y dejarme tirada
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