Soplar la vela en el pastel con los ojos cerrados y luego despertar en el rinconcito de mi abuelita.
Vivir esos fines de semana despreocupados, cuando el aire olía a tierra mojada porque mi abuela regaba sus plantas. Anhelo comer huevo tibio mientras veo los cuentos de los hermanos Grimm.
Quisiera ver el calendario y leer 199… y tanto. La vida me ha pasado volando. Mi cuerpo ha envejecido, pero mi alma sigue siendo tan pequeña. Esta vida de adulto me supera, me ilusiono como una niña. Mi esencia no puede seguir el ritmo de esta vida, me siento ajena, encarcelada.
Quiero vivir en esos momentos felices, quiero un bucle. No quiero descubrir cuán crueles pueden ser las personas, no quiero darme cuenta de que los más crueles son quienes dicen quererte. No quiero perder a la gente que amo, ni conocer a gente que amaré y tendré miedo de perder.
Quiero ser eternamente esa niña que jugaba sola por horas, la que no sabía de política, la que no tenía que cargar con la responsabilidad de nadie. Esa que, por pequeños instantes, fue libre y tan feliz.
Quiero vivir en esos recuerdos en los que aún no había aprendido lecciones dolorosas, en esos instantes tan fugaces en los que no sentí miedo, ni angustia, y mucho menos dolor.
Si morir implica vivir en un último recuerdo, que sea uno en el que la inocencia aún me mantenga ciega, perdida entre los juegos de mi imaginación.
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