El tiempo ideal en que alguien tarda en escribir una carta no existe. Habrá quien se pare frente al escritorio con la idea clara como el cristal, la mano ligera y la pluma veloz. Hay quien se sentará y pensará un poco las cosas, entonces mirará hacia su ventana y verá un pájaro descansando en una rama y el hilo cobrará vida.
Mientras tanto, aquella pobre niña ha sumergido ya varios papeles en agua salada. Pese a que la carta está escrita jamás será enviada.
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