No.

...

¡No a la guerra!

Puede que sí, que muchos seamos pueriles, inocentes, estúpidos soñadores, al exigir la paz como una prioridad, al pedir respeto, armonía, solidaridad. No puedo decir que no seamos unos ilusos en un mundo que jamás va a funcionar así, pero ¿Por qué?

En realidad no anhelamos nada que no quiera toda persona decente. ¿Entonces?

Vivimos en sociedades que han asumido la derrota total. Pueblos que han perdido la capacidad de luchar por una vida sustentada en la lógica del bien común. El bien de las personas, el bien de los animales, el bien de la naturaleza. En definitiva, el bien del Planeta Tierra, hoy y mañana.

El punto azul pálido que flota perdido entre millones de millones de estrellas, es un lugar extraordinario. Es el único lugar en el que sabemos que hay vida. Es el único lugar en el que podemos seguir existiendo; y, sin embargo, lo tratamos como si fuera un pozo infinito del que sacar recursos, en una vorágine destructiva que de ningún modo y desde ninguna perspectiva nos puede llevar a un buen lugar.

Los seres humanos vivimos enfrentados a los seres humanos; enfrentados a los animales, enfrentados a las plantas, a los ríos, a los mares... Es como si nuestro propio lugar en el universo fuera nuestro enemigo.

Nos hemos hecho dueños cuando solo somos una pequeña parte.

Envenenamos la tierra para obtener cosechas, como si ese veneno desapareciera. Llenamos los ríos de vertidos de mierda como si la Tierra tuviera un desagüe al espacio y la contaminación desapareciera. Plásticos, humos, montañas de desperdicios. Guerras...

Y no es por falta de información. Sabemos de sobra lo que estamos haciendo, y sabemos las consecuencias, pero seguimos sin freno.

La usura de unos pocos, y la indolencia de millones, acabará con tanto, que no quedará nada.

Acaso un triste recuerdo de lo que fuimos.