No sorprende que un espacio tan movilizador como Nave Alquimia esté en la calle Juana Azurduy número 237 de Ezeiza. “Un colectivo cultural comunitario del que podes ser parte” Describirse en una oración tan sencilla, que puede abarcar tantas revoluciones al mismo tiempo, es de considerable claridad en esta vida un poco apurada. Si algo podría perdonarse de la pandemia es lo que fue construyendo: redes de contención, espacios para soltar ideas y nuevos comienzos. Nave Alquimia sabe mucho de eso: abrazar los cambios y resignificar las ideas.
Noelia y Gustavo, dueños del espacio, son los principales impulsores de construir nuevas formas de mirar. Crearon, hace tres años, un lugar colorido, cariñoso y ocupado donde día a día invitan a la comunidad a involucrarse en el arte. La historia está anclada a nuevos encuentros y lo que mezcló a Noelia y Gustavo fue venir de otras vidas. “Él se separa, yo me separo y empezamos a buscar una re significación del tiempo y del dinero. Habíamos dejado atrás un paradigma de vida y estábamos en busca de un significado más profundo en el hacer, que nutrición social podíamos aportar a la comunidad en esa búsqueda” La respuesta a las interiorizaciones siempre decanta en anclarnos con otros “¿Qué hacer para hacer algo social? Y, el arte.” Noelia ha asumido que su vida estaría anclada a responder esa pregunta en un bucle, con una resonancia especial y ese cariño que se alberga cuando estas dejando algo que moviliza el cotidiano.
Para Noe la Nave surge de lo que movilizo a dos personas a encontrarse y a compartir esas situaciones que marcan. Es lo que nos lleva de un lugar a otro, de un inicio a un fin. Y Alquimia es lo que pasa en el medio, atraviesa medio que sin permiso, destinada a transformar ese recorrido. Y en la casa se ve en todos lados: el mural del patio es una mezcolanza que empieza con nombres y termina con plantas, la biblioteca comienza con peñas en la calle y se termina alzando como lo material concretado, con paredes altas y repisas rebalsadas. La cocina empieza con ventanitas y termina en manos que atraviesan los huecos para alcanzarte un guiso de garbanzos. El sum, espacio de expresión más amplio de la Nave, empieza en la puerta que aglutina cuerpos que quieren ver mejor y termina en las bandas que se despiden con ganas de más. Alquimia representa lo que construyeron en cada lugar que abarca, expresión acertada de nombre: vibrante y de encuentros destinados a darse.
El espacio cuenta con una organicidad pura de querer dejar algo, y a muchos de los que participan dentro de Alquimia les ha dado comienzos rebozantes de raíces. Como a Lucas Gabriel Belizan, profesor de dibujo y asistente de Paula, profesora que enseña desde la pedagogía Waldorf. Lucas viajaba, se caminaba el país enseñando en tallercitos cortos lo que sabe de dibujo. Y cuando conoció a Gustavo y a Noelia volanteando en la plaza cerca de su casa, no le quedo de otra: echar raíces en Nave Alquimia fue su viaje definitivo. “La pensé y la pensé, me quería enraizar y apareció Nave Alquimia de repente y dije es una recontrareseñal: yo quiero aportar a esto” Y explica que lo más lindo de los procesos es ver cómo van creciendo. Lucas trabaja con todas las edades y le gusta ver como se cría “la gurisada” entre las paredes del espacio.
La Nave reúne y planifica a sus integrantes en rituales mensuales, se crean nuevas estrategias y todos los años tratan de construir nuevas miradas. El año pasado abordaron la identidad y como esta nos abre caminos, este año están trabajando los vínculos y como estos nos unen con lo que nos rodea. En sus diferentes clases a lo largo del año trabajan e incluyen la temática que se construyó entre todos. Para Lucas lo primordial es “el vínculo que se da entre estudiantes, eso arranca todo.” Su experiencia con adolescentes fue uno de los desafíos de ese viaje que le presenta Nave Alquimia: “es un flash sacarle charla a los adolescentes” y reconoce que laburar tanto con niños, adolescentes y adultos le sirvió para poder generar nuevas visiones, descubrió gracias a ser asistente de Paula que para él “la revolución es por acá, para mí están acá las revoluciones: son ellos (los niños) la posta para mi es ellos.” Y de ser un voluntario del espacio pasó a construir su propio taller de dibujo, sin dejar de asistir las clases de Paula para seguir aprendiendo.
Los vínculos son constantes y en Nave saben que anclarse a lo que los rodea es necesario, para Lucas preguntarse es una necesidad: “¿Ahora cómo nos vinculamos nosotros con el exterior, con la gente que viene acá a Nave Alquimia? Vos vas por la calle y ves de repente un dibujo o un grabado pegado en la pared y bueno ¿Cómo impacta ese dibujo o el mensaje que vos queres darle? Intervenir los espacios y empezar a vincularnos con el exterior.” Y sin duda, para hacerlo hay que buscar quienes puedan sumarse a la movida. Se vinculan con otros centros culturales de la zona, con escuelas públicas y con obras de teatro itinerantes. Con el municipio de Ezeiza “ni pinchan, ni cortan.” Construyeron su propia red, rica en vínculos afines a dejar algo más allá de meros talleres o charlas: dejar la alquimia que convida el trabajar de la cultura.
Lo que viene de afuera siempre moviliza lo de adentro: el avance constante de parte de un gobierno que desfinancia y desestima la cultura del arte claramente llego a Alquimia y para ellos “es muy loco porque nos miramos y decimos: hay que bancarla, y tenemos que ser más fuertes en ese momento que parece que te soltaron la mano así de una.” Fiel a esas redes construidas, la Nave no podía quedarse afuera de dar una mano: otorga becas a quienes quieran incursionar en cualquiera de sus talleres y busca crecer en cómo hacer que lleguen a más personas que están imposibilitadas. “Acá la riqueza va por otro lado”
Ser autogestivos en contextos económicos complicados es un desafío, pero la templanza y las ideas son inmovibles: tienen tres tipos de cuotas para abonar, una más baja que es lo que se pueda pagar, otra un poquito más alta por si de repente se siente que se puede devolver algo de lo dado y la cuota más grande que es “como para darle una recontramano” en palabras de Lucas.
No cierra sus puertas ante lo difícil, la gente va igual y da lo que puede dar. Para seguir creciendo en este contexto de vincularnos con el otro en formas que atentan contra lo social, Nave Alquimia entiende que es una lucha colectiva, un poema construido entre partes que buscan eso: viajar de un lugar a otro resignificando la artesanía de compartir.
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