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Náufrago entre tu intimidad

Abr 8, 2025

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Náufrago entre tu intimidad
Nuevo concurso literario en quaderno

La noche interminable se apodera de mi existir, me adentra en una pasión calcinante; pasión de la que quiero ser preso. Mi cuerpo entero se estremece por la oscuridad en mi alrededor. Respiro la pesadez del aire que pasa frente a mis narices. Cada esquina de mi presencia grita enardecidamente por la soledad que no quiere ser esfumada. Cuánto quisiera mi alma escaparse de la desgracia que la aborda, vivir en la gloria de un beso tiernísimo. Cuánto quisiera mi boca ser esclava de la tuya, contarte mis secretos en la oquedad intermitente que queda entre nuestros labios, entre beso y beso. Cuánto quisieran mis ojos apreciarte desde la cercanía. Tus pobladas cejas tan indescifrables como la inmensa selva amazónica; lo macizo de tus pestañas; lo intimidante de tu mirada. Perderme en tus extravagantes ojos oscuros que gozan de la penetrante oscuridad que no es comparable sino al de la más hermosa noche; unos ojos como la noche, que con la luz se dibuja la preciosísima aurora boreal. Grandes ojos como la majestuosidad de quien los porta. Que, como las plantas y su rocío, cuando humedecen brotan los sentimientos que se esconden del trasegar diario. ¡Ay de tu boca tentadora! ¡Qué coraje! ¡Qué coraje! Me matará la incitación hacia el éxtasis que, con certeza, entrega a los hombres con el solo roce de esos predilectos labios.

Navegaría día y noche por las olas en tu silueta. Moriría en la ondulación de tu figura si tan solo tuviese la oportunidad justo ahora. Tus curvas lanzan al infinito hasta al más habilidoso conductor de pasiones. Cuánto daría por hacerte mía desde tu inquieta cabellera hasta tus laboriosos pies, enloqueciéndome en el tránsito por tus caderas, muriendo finalmente en tus labios. Sí, tu inquieta cabellera, que me lleva por un infatigable zigzagueo; qué faena, qué odisea a la que conducen tus cabellos. Mas, aunque sean la muerte segura para el aventurero inexperto, la preciosidad no está ausente. ¡Ay belleza incomprendida! El poeta errante trata de hacer su poesía contando la realidad con un manejo artístico de la palabra; si tan solo se diera por enterado de que la mejor poesía jamás escrita es aquella que lance a viva voz una descripción tuya.

Mis manos se desvelan por conocer cada rincón de tu cuerpo. Se convierten en las traductoras de mi deseo. Mi pasión es un fuego eterno semejable a la intensidad del flamante sol. Mi sed de ti no se contenta con nada. No me importa que te hubiese tenido tan cerca que el viento no circulara entre nosotros. Desde luego que tu abrazo me atrapa para ser consumido hacia la gloria inmarcesible, pero no me satisfago con eso únicamente. Quiero más de ti. Es cierto, tengo un antojo codicioso. No me sentiré en plenitud con la existencia hasta no lograr mi cometido. Déjame, mujer, ser náufrago entre tu intimidad.

Jose Figueroa

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