Nadie está mirando
como mi mundo pareciera sacudirse
entre tus manos
de uñas un poco sucias,
un poco largas.
Nadie está atento
a la forma en que respiro agitada,
como si corriera demasiado
para alcanzar lo que ya no me espera.
Nadie escucha esa lágrima artera
que se desliza por la esquina del ojo
y me marca la cara,
que está también, un poco pálida, un poco sucia
como tus uñas que rasguñan el telón
de esta obra de teatro que quisimos montar
y que parece estarse quedando sin letra
y sobre todo, sin ojos que la especten.
Nadie me observa cuando dejo el personaje
y empiezo a volver un poco a ser yo,
aunque no tenga idea qué significa semejante viaje.
Pero yo sí te miro a vos
casi oculta en la penumbra
te apunto todos los reflectores
y espero a ver si te vas,
si logras romper el telón
que te sigue ensuciando las uñas.
Yo te miro apenas,
con ojos cristalizados por la pena,
incapaz de predecir tu próximo movimiento
aterrada por todo lo que parece haberse perdido
y por todo lo que los demás vieron
y que les alcanzó para dejar de mirar-nos,
siento el peso de mil millones de pestañas cayendo sobre mí
y desaparezco entre ellas
y la humedad de lágrimas que no pudimos dejar ir.

Florencia Velázquez
Escribo como evidencia de que aún estoy viva. El libro está en proceso, lo actualizo cada vez que me inspiro.
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