Entrar a tu pieza se siente extraño.
Todo sigue igual: tus cosas están donde las dejaste,
pero el aire parece suspendido en el tiempo…
porque vos ya no estás.
Y aunque nada falte, falta todo.
Faltás vos.
Intenté dormir en tu cama,
como buscando abrigo en algún rincón que aún guardara tu calor,
pero estaba fría.
Como si el colchón también supiera
que ya no vas a volver.
Busqué consuelo en tu almohada,
en las sábanas, en el olor de tu ropa,
pero el refugio se convirtió en vacío,
y el silencio que dejaste pesa tanto
que ya no hay forma de llenarlo.
La casa no suena igual.
La luz entra distinta.
Y aunque parezca exagerado,
desde que te fuiste…
todo se siente un poco más pesado.
Ojalá en algún rincón del cielo
sepas cuánto te extraño.
Y que en alguna forma invisible,
te sigas sentando a mi lado en silencio,
cuando el día se vuelve difícil.
Yo voy a esperarte siempre,
en los pequeños rituales:
El mate a las cinco de la tarde,
o el murmullo suave de una historia sin fin.
Y cuando algún día,
me toque cruzar el umbral,
quiero pensar que vas a estar ahí,
con tus manos de flor
y tu abrazo de hogar,
esperando.
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