En el café de la esquina de su casa, cada vez que alguien entra, la música ambiental muestra a la persona. Nadie lo nota ni lo comenta, pero él escucha sus canciones; observa, sentado al fondo todo el día, cómo el resto ignora los cambios de tempo y melodía que acompañan su presencia y describen sus sinfonías.
Por su parte, no nota ningún cambio con su ingreso; a veces entra y espera, se queda hasta el cierre con la esperanza de escuchar su canción, saber cuál será su melodía. Pero cuando se va el último cliente y, antes de cerrar, la soledad lo encuentra en el café, el lugar queda sumido en completo el silencio, como si esperara que se vaya de una vez.
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