Olvidada, dejada en el rincón, apareciendo debajo de la cama, entre la ropa sucia y los adornos de navidad rotos. El sentimiento es muy familiar, pero creo que es algo más grave de lo que creo.
Porque ahora, puedo enterrar finas agujas sobre mi cuerpo sin sentir dolor alguno. Mis extremidades se mueven con extraña libertad, cual si fueran hechas de una tela resistente a todo, incluso a tu desprecio. Ya no puedo notar bien las cosas con estos ojos cosidos a mi cara, por eso ando a tientas en esta casa terrorífica, donde no puedo palpar tus cosas.
Muñeca de trapo, canturreo, comiéndome tus cartas de amor. Muñeca de trapo, sigo diciendo, enterrando los alfileres en mi cara, manos, rodillas y muslos, dejando colgadas las últimas fotografías que nos tomamos juntos. Muñeca de trapo, finalizo, así me dejaron tus múltiples ausencias, tus silencios eternos y tus golpes inconstantes.
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