moscas en la casa ★
Jul 4, 2025
me estoy deshaciendo. no sé desde cuándo empezó, pero ahora me es imposible negarlo: me estoy volviendo algo que apenas toca el colchón, algo sin hueso, sin peso, sin voz. y no tiene nada que ver con la muerte —porque yo no muero—, ni con el tiempo —porque yo no envejezco—. se trata de otra clase de final, uno que no avanza ni retrocede, que solo existe aquí, en esta cama, donde lo último que tuve de ti fue la ausencia. desde que te fuiste, la materia se me desordena. no hay pliegue en mi cuerpo que me pertenezca del todo. soy presencia desatendida, relleno de aire fino, luz que está pero no alumbra. y no hay nadie que lo note, nadie que me recoja en su pecho para decirme que está bien que me quede quieto, que es válido llorarte aunque no regreses. me haces falta en partes que no sabía que tenía.
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mi piel ya no funciona como frontera entre el aire y mi existir. cada rincón de mí empieza a volverse borroso, flotante, suelto. no me veo del todo cuando bajo la mirada. mis manos tiemblan y ya no las siento. intento juntar los dedos y se me escapan. el cuerpo no duele, lo que duele es esta duda: ¿soy aún materia o apenas una idea? toco la sábana y no estoy seguro de que me devuelva el gesto en sus arrugas. el mundo empieza a no reaccionar. el viento me atraviesa sin fricción. pero ante todo permanezco aquí, doblado sobre mí mismo y buscando una forma de detener este desvanecimiento con el solo peso de mi tristeza. me encierro bajo la colcha porque tengo miedo de que al quedarme al descubierto, algo en mí desaparezca para siempre. ya no quiero confirmar cuántas partes he perdido.
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no lloro fuerte. lloro hacia dentro, hacia el centro más mínimo de lo que aún queda de mí. se me enfría la cara por dentro. no hay sal en los ojos; hay una humedad lenta, enterrada, que filtra el llanto desde la raíz del pecho hasta el temblor más tibio de los labios. nadie vendrá a interrumpirme y eso también lastima. ya ni siquiera tengo compañía en la pena. tú eras el único que me veía llorar sin juzgarme, el único que me acariciaba las alas con amor. cuando te fuiste, no cerraste la puerta. y el vacío que entró en tu lugar, entró para quedarse, se instaló en mis costillas y no me deja respirar. ni un pensamiento se sostiene, hoy todo está reducido al llanto.
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las alas no me pesan hoy. se recogen solas, se acomodan en mi espalda como si también hubieran entendido que ya no hay nadie que las necesite. fueron blancas, fueron grandes, y ahora se pliegan como papel mojado, y yo no sé si volverán a abrirse. no hay misión que cumplir. no hay plegarias que me busquen: antes bastaba con saber que tú estabas ahí para que el cielo tuviera sentido. me bastaba con verte al sol, con seguirte entre la gente, con regalarte chocolates envueltos en papel azul. ¿cuántos días fueron eso? ¿cuántos días me creí eterno por estar a tu lado? la eternidad no era un don, fue una promesa falsa que hice sin saber que no bastaba con amar. hay decisiones que cortan más que las espadas, y tú tomaste una.
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te fuiste sin pelearme, sin gritarme, sin herirme de frente. te fuiste así, con un “lo necesito” que no entendí, que me dolió más porque no traía explicación ni perdón ni culpa. solo estaba ahí enfrentándome a la realidad por primera vez: que ibas a irte igual. y aunque lo vi en tus ojos antes de que lo dijeras, no supe cómo detenerlo. tampoco supe cómo pedirte que te quedaras (aunque juro que te rogué, juro que te lloré). el amor no suplica, me repetía. ya no me queda orgullo, ahora es solo miedo. miedo a ser yo quien no basta. y ahora soy eso: lo que no bastó y lo que se va deshaciendo.
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nunca había querido no existir. ahora lo deseo con tanta dulzura y no es porque quiera huir, sino por descanso. por alivio. por no seguir sintiéndome una sombra flotando sobre la cama. mis pestañas ya no tienen sombra propia y mi cuerpo no proyecta nada sobre el suelo. la sábana me traspasa como si yo no estuviera aquí del todo. mi respiración apenas se siente en el aire contra la ventana y estoy seguro que si alguien abriera la puerta, no sabría dónde mirar para encontrarme. porque ya ni siquiera estoy completo. tal vez estoy dejando de ser lo que fui. lo único que permanece es esta forma de quererte y eso sí que no se va.
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me hundo. me confundo con el colchón, con la humedad, con el perfume débil que dejó tu cabello en la almohada. ya no sé qué parte del cuarto soy. estoy repartido, disperso, flotando y cayendo en cualquier lado. lo único firme son mis ganas de llorarte, esas no se desvanecen, esas me mantienen sintiendo vivo. no hay himno para este tipo de duelo. no hay oración que lo alivie. tampoco hay belleza en lo que siento. pero está vivo, está vivo este dolor. y mientras yo lo tenga, puedo sentir que todavía existo.
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pienso en ti. en tu risa que se me colaba entre los dedos. en la forma en que ponías las manos sobre mis hombros para atraerme a tus brazos. pienso en las veces que nos hicimos reír tanto hasta que dolieron las costillas y la cara de tanto sonreír y hoy quiero aferrarme a eso. a esa versión tuya que me nombraba sin decir mi nombre. me aferro aunque me cueste. aunque se me escurra. aunque ya no tenga brazos para sostener(te). pensar en ti es lo único que todavía me vive. y me aferro porque me da miedo lo que venga después, cuando ya no haya cuerpo ni llanto ni pena. cuando todo lo que quede sea el aire.
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afuera el cielo cambia de color. no sé si es tarde. no sé si es mañana. el tiempo perdió su lugar desde que te fuiste. me acuesto de lado. no hay peso en mi vientre, no hay forma en mi espalda. todo lo que fui se quedó entre el primer “me voy” que dijiste y este último “te amo” que no dije. en mis alas ya no hay milagros: solo este momento, este llanto, esta forma triste de amar a alguien incluso cuando ya no está.
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