Muera la flor donde nace.
No habrá tumba de mí, eso espero, aunque mis quiero pueden no ser respetados ni ahora ni luego.
Ser mis restos cenizas al viento. Sin placa ni mármol ni lapidario texto: aquí yace un muerto.
¿Que otra cosa podría hacer? Yacer y servir de alimiento.
Las flores que se cortan, que se matan, para dar color al cementerio y calma a las conciencias ¿nacieron para eso?
Las flores que se regalan por amor, o por cumplir con la cosa de un catorce de febrero, mueren mal por una buena causa.
Una rosa y un libro por San Jorge. La dedicatoria en una corola, se seca y se desmorona.
A mí me gustan los pétalos en el tallo que nace de su planta que de sus raíces se alimenta. En su contexto. Rosa en el rosal y el clavel donde no apriete el hielo.
¿Les sirve de algo a los muertos que mueran en su lápida los crisantemos?
La emoción y la alegría de recibir un precioso ramo, se marchitan en el mismo jarrón que los tulipanes.
La floristería no gustará de mi argumento. Para eso se crían, para eso nacen. Como los toros de lidia. Al menos la rosa, asta de espina, no sufre en un ruedo.
Y toda la noche soñando y lloviendo.
Soñaba yo. Llovía el cielo.
Cada cosa tiene su contexto.
Dolbach.
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