Mi hermana no se despidió.
Me dejó una nota escrita a mano que decía: “no me esperes para cenar”.
Después de eso, supe que algo en mí se partió para siempre.
No murió.
Pero se fue.
Y a veces duelen más los vivos que no regresan que los muertos que descansan.
La mañana en que cumplí dieciocho, me senté en la banqueta de la calle vacía.
Todo olía a pan recién horneado y gasolina.
Tenía el sol en la cara y los ojos clavados en el cielo.
No sabía lo que venía. Solo sabía que ya no podía volver a lo que era antes.
"Beginnings are such delicate time..."
El mundo no te prepara para cuando el destino te elige, aunque tú no quieras.
Mi familia me mira como si yo supiera qué hacer.
Como si llevar el mismo apellido significara que puedo protegerlos, guiarlos, mantenerlos unidos.
Pero yo no soy Paul.
Yo no tengo visiones.
Solo tengo miedo.
Y una rabia que me crece en el pecho cada vez que alguien me dice: “tú puedes con esto”.
Quisiera huir.
Pero no hay desierto donde esconderse.
Solo esta ciudad caliente y polvorienta que parece hablarme en un idioma antiguo.
El naranja me arde.
No como fuego, sino como una presión en el pecho.
Como si el futuro me pesara antes de que empiece.
"Time folds in on itself..."
Sí.
El tiempo se dobla.
Y en el cruce entre lo que fue y lo que será, solo estoy yo.
Sola.
Pero de pie.
Y de pronto lo entiendo: este principio no es para mí.
Es para los que vienen detrás.
Yo soy la grieta por donde pasa la historia.
Y aunque no lo pedí,
aunque me duela,
voy a quedarme aquí.
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