Morir es un color - "El instante en que se muere"

Canción: Epiphany de Trent Reznor and Atticus Ross

Mi padre, hombre enfermo, murió el lunes por la mañana durante las clases.

En la noche fue su funeral, pero el martes ya estaba de nuevo en la escuela.

Nadie me preguntó nada. Yo tampoco dije nada.

Y así, el mundo siguió.

Se despierta. No porque haya dormido bien, sino porque el cuerpo, por inercia, sigue con su rutina de abrir los ojos.

Afuera todavía no amanece.

Adentro tampoco.

Camina hacia el baño sin encender la luz. Le da miedo verse, aunque no sabe por qué.

Sabe que es él.

Pero hay días en que ser uno mismo duele más que cualquier otra cosa.

Apoya las manos sobre el lavabo, el frío del mármol en las palmas. Respira hondo, pero no se llena.

Se ha estado apagando poco a poco,

como una vela que nadie sopló,

como si alguien olvidó apagar la vida y simplemente se fue.

Se mira.

No hay lágrimas. Hace tiempo que no.

El llanto fue reemplazado por un silencio espeso, ese que nadie más nota, pero se instala en los huesos y no se va.

"I’m the one I should love..."

No escucha la canción.

Pero esas palabras, esas exactas palabras, le vienen a la mente como si fueran una frase olvidada de la infancia, una oración que alguien alguna vez le dijo y no entendió.

Piensa en todo lo que no es:

no es fuerte, no es exitoso, no es lo que querían.

Pero, sobre todo…

no es suficiente.

Nunca lo ha sido.

Y sin embargo, aún está aquí. Respirando.

Mirándose.

No huyendo.

La vergüenza no viene del error.

Viene de no saber quién es uno cuando nadie está mirando.

"I’m the one I should love in this world..."

Y entonces —no por fe, ni por valentía—,

sino por una necesidad desesperada de no desaparecer,

apoya su frente contra el espejo.

Cierra los ojos.

Siente el temblor de su propio pecho.

Y por primera vez en mucho tiempo, no se llama a sí mismo “cobarde” por seguir vivo.

Negro no es el fin.

Negro es el instante justo antes de decidir seguir respirando.