Escribo porque salí de la ciudad para respirar el mundo.
Porque la cultura núnca te pregunta si te sobran los segundos.
Agradezco los tropiezos no las huellas del pasado.
Agradezco los aplausos no los gritos ofuscados.
Agradezco los abrazos, no las ganas de besarnos.
Porque hasta donde llega el tiempo si nos congelamos
Por eso hice un monumento a la memoria de mis sentimientos...
Te encendí una vela.
Una que lleva nombre y apellido.
Una que aparté de las demás.
Esa que me quemó la punta de los dedos con sus manos frías, mientras yo buscaba una caricia.
Esa de risa fácil pero de lágrima floja a la que le hacía el amor con la sonrisa.
Esa, a la que le recogía el pelo y le pintaba las mejillas.
Esa, a la que le escribí un libro, y le dí sus flores amarillas.
Esa misma vela, que me quitaba el frío, que me daba luz, la misma que bailó conmigo como una flor a plenitud.
Dime si te sientes tenue, que mi llama sigue ardiendo. Dime si te quieres quedar, y te lanzaré la mecha con la que me estoy cosiendo.
Dime si quieres que me vaya, y luego aparta la luz del faro de tús ojos, porque los estoy siguiendo.
Dime si te falta chispa, y enciendo otro monumento a la memoria de mis sentimientos,
Porque cuando sonries, sigues quemando el cariño que te llevo dentro.
Tú y yo nos estamos derritiendo... Lo malo es que mi velita se apagó hace tiempo.
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