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MONOAMBIENTE

Jun 24, 2024

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MONOAMBIENTE
Nuevo concurso literario en quaderno

Hace un tiempo atrás vivía en un monoambiente ubicado en un edificio céntrico de Olavarría. Si caminaba mucho, me chocaba conmigo mismo. A pesar de eso, la vista que tenía desde ahí era lo que más me gustaba. Pasaba minutos infinitos mirando por la ventana. No solo por la ventana, también podía ingresar a la terraza porque este departamento tiene una puerta que se dirige directamente hacia ella. Para pasar, primero tenés que atravesar dicha puerta. Creo que lo único que me convenció de vivir dos años ahí fue justamente eso. Desde esa altura, veía a las personas, las observaba caminar, yendo en moto, en auto, quién sabe dónde. Siempre en silencio. Desde arriba no se escucha demasiado.

Una noche, una chica que caminaba por esas calles subió para tomar algo. Le gustaba charlar y me hacía muchas preguntas y una de ellas fue por qué vivía en un lugar tan chico si podía pagarme uno mejor. Le contesté que para entenderlo tendría que venir a ver un atardecer. Se rió sin entender y me dijo que aceptaba la propuesta de todas maneras. A la semana, estábamos contemplando esto. Saqué la foto ese día. Había llovido durante toda la jornada pero a lo último salió un poco el sol. Ella estaba muy callada y le pregunté en qué pensaba (los roles se invirtieron). “Desde acá, el cielo parece estar más cerca”, dijo y yo sonreí con la vista al suelo. Ahora sí entendía el por qué.

Pocos meses después y por fuerzas mayores, me tuve que ir de ese lugar. Me pareció injusto porque no quería dejar de tener ese privilegio, era mío. Hoy vivo en otro departamento mucho más grande, en un segundo piso, y me gusta. El problema es que el cielo me queda lejísimos, aunque confieso que muchas veces cuando cae la noche tomo un avión y vuelo por ahí. Desconozco si para ella está cerca o lejos.

Niyén Pibuel

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