Cuando mi mamá extiende las sábanas en el patio, algo mágico sucede. Salgo al encuentro de ese paisaje, y, al caminar entre ellas, siento cómo se abre ante mí un sendero secreto, un camino ancho que surge de la tela suave y blanca. Cada pliegue de las sábanas parece un susurro de un mundo olvidado, un portal invisible que me invita a adentrarme en un reino donde las hadas danzan al ritmo del viento y los sueños se hacen realidad. Es como si, por un instante, el tiempo se detuviera y yo, una simple mortal, pudiera atravesar las fronteras de lo posible.
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