momento de fe

No hay una sola noche dónde no me sienta sola, 

dónde no llore,

dónde no te extrañe, 

dónde te odie, 

dónde me odie a mi, 

porque los dos sabemos, que la única culpable acá, soy yo misma. 

Todos lo saben. 

No hay un día en dónde no me levanté desesperanzada, rogándole a Dios que acelere el tiempo, 

para que por favor alguien me ame, 

que alguien me busque y me convierta en lo más valioso de su mundo. 

Tengo sentimientos encontrados. 

Quiero dar todo mi fuego, para dejar de quemarme por dentro. 

Es demasiado grande la llama del amor que tengo para dar, solo que nadie está listo para sostenerla,

ni tampoco nadie tiene el valor de dármela a mí. 

Escucho a Axel fiks y no sé si reír, sentir amor o dolor. 

Y como dice él: quiero ser feliz, de nuevo quiero ser feliz. 

Quiero hacerle el desayuno a alguien, escribirle cartas y dormir entre sus sábanas,

frotarme entre ellas y sentirme bien, 

apoyarme sobre su pecho y sentir sus caricias en mi pelo. 

Y aunque ahora estoy sola, sé que alguien ahí afuera debe sentirse igual, 

esperando a cruzarse a alguien como yo. 

¿Me escuchará? ¿Me sentirá? 

Rueguenle que venga hacia mí, 

pidiéndole que siga el hilo rojo que lo trae a casa, donde pertenece, dónde va a estar mejor. 

Yo lo puedo cuidar, lo puedo alimentar, lo puedo hacer reír, lo puedo hacer llorar, pero de felicidad. 

Juntos podríamos armar nuestro propio hogar, con nuestras propias reglas, con nuestros horarios, con un nuevo lenguaje, un lenguaje único y especial.

Y convertiría todo eso en mi nuevo pasatiempo favorito. 

Quiero dejar de fumar tanto, de tomar tanto. 

Solo me quiero emborrachar de alguien, 

de su fragancia, de su amor, de su locura, de su historia. 

Quiero un compañero, tal vez un amigo. 

Me siento tan sola, tan extraña hasta en mi propio cuerpo,

tan parcialmente distanciada de todo lo que me rodea. 

Quisiera poder hacerlo mejor, pero no puedo.