Nos juntamos a comer panqueques
en primavera, un domingo por la tarde.
Cuando llegué ella estaba en la cocina
y me esperaban la harina, los huevos
y la esencia de vainilla.
Ella tenía una cadena tan fina
que no se le despegaba del pecho.
Me hizo acordar que me saque los anillos.
La cocina ya estaba sucia, pero después la ensuciamos más.
Ella me dijo que más tarde limpiaría
"Ahora a disfrutar".
El primer panqueque ardía
porque estaba muy caliente.
Al segundo le sentí más
el gusto a vainilla.
Para el tercero ya me había empalagado.
El dulce de leche brotaba
todo por los costados.
Aún quedaba uno,
uno para las dos.
Se lo dejé a ella
que lo coma, total
ya llegaría el lunes.
Recuperé mis anillos
y ella se tuvo que acomodar
esa cadena tan fina
desde el gancho
hasta el final.
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