Es que estamos un poco tibios y no lo niego. Sé que vos tampoco, pero preferimos no decirnos nada. Debe ser que ambos estamos conmovidos a la vez, apoyados aunque de distintas formas por sobre la misma mesa, en sillas muy parecidas, distanciándonos un poco con las cosas más sencillas como poner uno el almohadón entre sus piernas, y el otro, acomodarlo prolijamente en el piso. Debe ser que ambos estamos conmovidos, a la vez, mirando al mismo gorrión herido y notando cómo le cuesta el vuelo, y debe ser ése el motivo suficiente para ya no hablarnos, para que nos baste el viento, probablemente su queja en susurro, y algún crugir de los árboles.
Sin embargo, presiento que uno de los dos ha enmudecido por un motivo muy distinto al del otro.
Presiento, que uno lo hizo porque podríamos haber hecho algo más que solo mirarlo y callar. En cambio, el otro, reprocha por no haber hecho nada efectivamente y hacer a su vez como que nos está pasando lo mismo.
Lo único cierto es que se va, como puede, de alguna forma. Se va y probablemente siempre se estuvo yendo, y mientras uno admira cautelosamente la voluntad desmedida de aquel animal, el otro se desespera ante un intento desalmado y desmedido que no tiene mucho más mérito que una real y digna rendición o despedida.
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