Mis Ultimas Palabras

Se llamaba Carlos, tenía 67 años seis hijos y tres divorcios. Era un tipo difícil, predicador de la rutina y el buen silencio, nunca lo escuchamos decir una palabra, las pocas cosas que nos pudimos enterar de el eran todas del palo de alguien aburrido de pocos amigos, excepto por una, todos sus vecinos comentaban que cada día mientras se levantaba y se preparaba el desayuno decía en voz baja la misma frase mientras sostenía un papel que ponía de título “Mis Últimas Palabras”. Ese papel no contenía nada mas que eso. Cada vez que el terminaba de decir la misma frase se quedaba mirando el papel durante y unos segundos y después se iba. Sus vecinos durante meses trataron de entender porque el hacía esto, se empezó a teorizar que ese papel era un testamento o peor, una carta de suicidio pero que de cualquier forma ni esa frase ni cualquier había sido escrita en ese papel. Yo era compañero de trabajo suyo, pero, aunque su razón para nunca escribir en ese papel me interesaba nunca me atreví a preguntarle nada por respeto a su privacidad por lo que solo me resigné a olvidarme de su curioso accionar. Pasado un tiempo y mientras caminaba con mi mascota Aquiles, un perro rengo de 6 años, me llamaron del trabajo para avisarme que la próxima semana íbamos a asistir al velorio de Carlos, le habían pegado un tiro en una esquina escondida del barrio, su cadáver fue encontrado tres semanas después de su muerte. Esto cambio toda mi visión acerca de él, nunca habíamos escuchado ni una palabra sobre él, no conocíamos ni a sus tres exesposas ni a sus seis hijos, nadie de ahí lo conocía y algunos nunca lo habían notado. Lo único que nos quedó de él era ese rumor, esa frase que nunca escuchamos y ese papel con solo un título.