Introducción
El deseo de escribir estos dos ejemplares viene a causa de unas convocatorias publicadas por editoriales colombianas en redes sociales. Ambos cuentos fueron escritos en la misma semana, con una diferencia de tres días uno del otro. Los escribí con la intención de presentarme a las convocatorias para pertenecer a una antología y tener, por primera vez, un libro físico en el que apareciera una de mis historias. Para mi sorpresa, ambos cuentos fueron seleccionados como ganadores. Mis primeros cuentos fueron merecedores de un lugar en diferentes antologías, y esto me llena de felicidad. Aunque mi fuerte sea el cine y los productos audiovisuales, la literatura se ha ganado también un espacio en mi necesidad de expresión.
Dada mi preferencia por las historias de ficción, por su alta variedad de temáticas a abordar, los cuentos están clasificados como historias de terror. Me puse el reto de escribir uno corto y uno largo, con el objetivo de evaluar de forma crítica mi etapa inicial en los procesos de escritura.
Las Benditas
Terminé los últimos pendientes, me detuve a pensar un momento si era buena idea, estaba casi seguro. No quería perderme un 31 de diciembre hospedado en un pueblo que no era el mío, además estaba a cuarenta y cinco minutos de la casa.
El problema, estaba lloviendo, se estaba haciendo tarde y uno de los tramos de la vía era muy peligroso por los constantes deslizamientos causados por la famosa cascada de las peñas.
Ese tramo era temido por muchas personas del pueblo, una cantidad significativa de accidentes han sucedido precisamente en esa zona. La carretera está construida en el borde de la montaña, al otro lado, un volado de más de cuarenta metros de altura y al fondo el rio Barroso.
Nunca me ha gustado viajar en las noches, a esta edad, uno aprende a valorar más la vida y no me gusta arriesgarme, en carretera cualquier cosa puede pasar. Sin embargo, me puse el impermeable, me eché la bendición y arranqué.
Iba concentrado, despacio y manejando con prudencia, había momentos donde me perdía en los pensamientos y terminaba sorprendiéndome porque parecía que estuviera manejando en automático. Ya estaba cerca de llegar a la cascada, después de pasar esa parte, era como si ya tuviera un pie en la casa.
El ruido de las rocas siendo arrastradas por la corriente retumbaba en la carretera, ese sonido siempre me da un poco de pánico, antes de entrar a la destapada, bajé la velocidad.
Empecé a recordar algunas de las noticias más recientes sobre accidentes en la zona y en ese momento, con la poca luz que daba la moto, vi una persona vestida de blanco a orillas de la carretera.
Parecía que esperaba a alguien, pero no se movía, cuando le pasé por un lado, me siguió con la mirada, pero yo no pude ver su rostro con claridad.
En ese momento recordé que no había visto nadie más en el trayecto, por la fecha, la mayoría de personas estaban con su familia celebrando el año nuevo, la vía estaba sola.
Empecé a confundirme.
Justo en la cascada, vi lo que parecía ser una mujer y su hijo, pero cuando me acerqué, ya no estaban. Unos cuantos metros más adelante, mientras pasaba una curva, logré ver a lo lejos, una cantidad de personas vestidas de blanco a orillas de la carretera.
Caí en cuenta.
Hace unos 14 años, los grupos armados que se movilizaban en estas zonas del suroeste secuestraban personas, las llevaban hasta este punto de la carretera para ultimarlos y arrojaban sus cuerpos al río, puedo decir que, aproximadamente trescientas personas han perdido la vida de formas muy trágicas en este punto.
Ahora si estaba asustado de verdad, siempre le he pedido a Dios que no me muestre este tipo de cosas.
Cuando vi la virgen de las peñitas, dije en voz alta:
“Benditas animas del purgatorio, que en paz descansen”.
En ese momento sentí como la suspensión trasera bajó, como si alguien se hubiera montado a la moto, estaba tan asustado que no quise mirar por el espejo.
Iba temblando del susto y del frío.
Muerto del miedo, seguí manejando, hasta que vi de nuevo la luz de un poste, ya estaba cerca.
Cuando logré llegar a las partidas, sentí que la suspensión de la moto volvió a subirse, di gracias a Dios.
Varios días después, le conté mi experiencia a un amigo cercano, él era una persona muy creyente, con muchos conocimientos sobre temas paranormales y lo único que me dijo fue:
“La maldad abunda en esta tierra, todos lo saben, vivos y muertos, las benditas animas del purgatorio lo protegieron, por algo habrá sido, uno cree que no, pero ya ve usted que orar puede ser una buena idea”.
Los que cuidan
Después de escuchar esa melodía, mi cabeza solo le da vueltas a ese momento, hay muchas incógnitas en mi cabeza y hasta que no tenga una respuesta que me convenza, seguramente no voy a poder descansar. He pensado en buscar a alguien que tenga conocimiento sobre el tema, pero es complicado, no tengo idea de cómo hablar sobre esto.
En mis pensamientos más trágicos, creía que, si hablaba con la policía o con alguien cercano a ellas, inmediatamente se levantarían sospechas en mi contra, lo mejor que puedo hacer es quedarme callado, pero no he podido dejar de pensar en eso, de igual forma no tiene sentido que les cuente lo que escuché, seguramente no me van a creer y tampoco les va a servir.
Sin muchas expectativas, fui a la iglesia en la mañana, me acerqué al padre, le pregunté sobre la existencia de seres sobrenaturales y eventos paranormales, su respuesta me dejó en las mismas, hay cosas que simplemente no tienen explicación y en esos momentos solo queda pegarse de Dios.
Di las gracias y me dispuse a salir.
Alguien me tocó el hombro y mientras pasaba por mi lado, dijo:
—En el cementerio está su respuesta.
Recuerdo que se veía como un adulto de baja estatura, con un gorro y unas botas pequeñas, no logré ver su cara, solo dijo eso y salió caminando muy rápido de la iglesia.
Era muy bajo para tocar mi hombro por la espalda, intenté seguirlo, pero no volví a verlo, la cantidad de personas que había en el parque hizo que fuera imposible reconocerlo entre la multitud.
Fui al cementerio, no sabía qué hacer, el lugar estaba vacío, no había nadie, no entiendo muy bien por qué llegue hasta allá, lo que pasó en la iglesia fue muy raro, supongo que tendré que hablar con el sepulturero, no lo había pensado.
Volví más tarde, me paré en la puerta y dije: —Buenas noches —la luz de una linterna se reflejó en los árboles del fondo.
—¿en qué le puedo colaborar? —respondió una voz ronca en un tono molesto.
Le pregunté si tenía conocimiento sobre temas sobrenaturales, traté de explicarle sobre la melodía que escuché ese mismo día.
—Seguramente escuchó un duende pelao’, por acá hay varios, saben tocar música y les gusta joder a la gente, de vez en cuando se dejan ver, mejor no joda con eso mijo—dijo el sepulturero.
Un aguacero cortó la conversación, a fin de cuentas, su trabajo no es hablar con nadie, no dudó en dejármelo claro.
De lo poco que me dijo, solo puedo suponer que, lo que escuché ese día mientras veía la niña por las cámaras, posiblemente era una melodía tocada por un duende, pero no tiene ningún sentido que, en una habitación tan pequeña, casi aislada de ruido, se escuchará como si alguien estuviera tocando a mi lado.
Fue lo primero que pensé, intenté buscarle una explicación lógica a la situación, pero no pude.
Ellos se la llevaron.
La policía llevaba una semana tratando de encontrar a la niña, llegaron al trabajo y me pidieron que les mostrara la grabación de ese día, lo único que se pudo ver fue a la niña sentada en el columpio minutos después de que los demás niños se marcharan; se paró y caminó despacio hacia el rio. Les hizo ruido que justamente ese archivo entre todos los demás, estuviera corrupto y presentara fallos, no pudieron descargarlo. Levantaron sospechas en mi contra, lo supe por la forma en que me hicieron las preguntas, pero no pudieron conseguir nada que les ayudara a encontrarla.
No quería imaginar cómo se estaba sintiendo la madre, lastimosamente tuve que darme al dolor y aceptar el hecho de que probablemente, esa niña no volvería a su casa.
La búsqueda siguió, varios días después escuché en el parque algunas personas comentando sobre la situación. La madre de la niña era una mujer de 23 años que trabajaba como empleada de oficios varios en diferentes casas del pueblo, era conocida por ser una persona sincera y de muy buenos valores, el padre por otro lado era un tipo prófugo, buscado por la ley y “vinagre” en la calle, tuvo que irse del pueblo tres meses antes de que su hija desapareciera.
La madre por otro lado, tuvo que empezar desde cero, llevaba a su hija al trabajo, no tenía con quien más dejarla, nadie quería cuidar la niña. La reputación de su padre y las cosas que se le atribuyen, hicieron que gran parte de la comunidad sintiera rechazo por cualquier persona que fuera cercana a él.
En ese tipo de situaciones no se sabe nada, si era amor, si era presión, quien sabe, sea lo que sea, la niña no tiene la culpa de que su padre sea un delincuente, no puedo creer que nadie fue capaz de ponerse una mano en el corazón para ayudar a esa pobre mujer.
Lo único que he sentido todos estos días es desgracia, los episodios de ansiedad hicieron que volviera a fumar para dormir en las noches y no soñar con lo que había pasado.
Me siento culpable por guardar silencio.
De camino al trabajo, en un poste, vi una foto de la niña, recompensa por cualquier información que sirviera para encontrarla, número de teléfono y la fecha de desaparición junto al último lugar en que fue vista, el parquecito cerca del rio.
La incertidumbre y el desespero, me hicieron levantar de la cama a media noche, fui al cementerio en búsqueda de una respuesta que pudiera darme tranquilidad, estaba decidido a contarle todo al sepulturero con la esperanza de que me dijera algo más, algo que me ayudara a estar tranquilo, ya había pasado un mes desde que desapareció.
Llegando al cementerio mientras subía por la loma, escuché exactamente la misma melodía.
A lo lejos, en la entrada, vi una pequeña silueta saliendo de las sombras que empezó a caminar en mi dirección.
Era él quien tocaba el instrumento.
Quedé pasmado durante varios segundos.
Rápidamente di la vuelta y caminé lo más rápido que pude. La melodía se escuchaba cada vez más cerca, unas risas que venían de la montaña se burlaban de mí, no quise mirar atrás y empecé a correr hasta que llegué a la casa.
Saqué las llaves y abrí la puerta muy asustado, cuando cerré, una nota entró por debajo de la puerta.
“No tuviste suficiente con las respuestas, te espera una serenata”.
La letra parecía de un niño de primaria, al voltear la nota, un dibujo de 3 niños tocando guitarra, una niña con cara triste y una pequeña tumba al lado de un árbol.
Ya no sabía que más hacer, me quedó claro que no debería volver al cementerio, por primera vez en mi vida, había visto un duende real.
Tuve que obligarme a ignorar todo lo que había pasado, esta situación ya me estaba afectando psicológicamente, no lograba conciliar el sueño y en el trabajo me estaba quedando dormido, el jefe ya estaba molesto.
Después de terminar el turno, mientras caminaba por el parque, vi un montón de personas alrededor de una carpa junto a la iglesia, me acerqué.
En la carpa vi a la madre llorando junto a varias personas encargadas del evento, había fotos de la niña por todos lados con mensajes de esperanza. Ese día se hizo una marcha por todo el pueblo, camisetas con su foto, carteleras, gritos y llantos suplicaban por cualquier información que ayudará a encontrarla.
De nuevo, un golpe bajo.
Seguí el camino.
Estuve preguntándome porque se aparecen, tenía entendido que les gustaba esconder cosas, eso lo recuerdo por el libro de mitos y leyendas que leí cuando estaba en el colegio, el sepulturero también me lo había dicho, a estos seres les gusta molestar, pero nunca había escuchado que desaparecieran niños o algo así de preocupante.
Se me ocurrió algo, lo único que me quedaba por hacer, fui a la biblioteca.
Le pregunté a la encargada por el libro de mitos y leyendas, me llevó hasta la sección donde estaban los libros pertenecientes a la región andina de Colombia.
Estuve un par de horas ojeando diferentes cuentos y leyendas urbanas sin encontrar nada que pudiera servir, en cada uno de los relatos sobre duendes se especificaba que eran seres del bosque que aparecían casi siempre en fincas y lugares remotos, un dolor de cabeza para los campesinos.
En este pueblo todo funciona diferente, a mí no me escondieron nada, pero me persiguieron hasta la puerta de mi casa.
Revisando el ultimo estante que me faltaba, me di cuenta de que había una pequeña libreta escondida detrás de varios libros, se veía muy desgastada, tenía un pedazo de cinta pegado en la portada con el nombre “Los que cuidan” y su autor era un señor llamado “Don José”.
Era una especie de manual con información muy específica sobre “ellos”, decía que su origen era desconocido, que eran seres del bosque con personalidad y temperamento propio, muy diferentes entre sí, al parecer han observado tanto tiempo a los seres humanos que aprendieron a tocar instrumentos, pero nunca se han acercado lo suficiente. Una de las paginas tenía como título “Advertencias”, hacia énfasis en no provocarlos, mucho menos atacarlos.
En esa misma página, estaban escritas las instrucciones de como atraparlos, pero justo ese pedazo de papel había sido arrancado.
La mujer encargada de la biblioteca me dijo que ya debía cerrar, le pregunte por esa libreta y me contesto que también la había leído pero que no entendía muy bien a que se refería con “ellos”, que había preguntado quien era Don José y lo único que le dijeron fue que era un señor tildado de loco que ya no estaba entre nosotros y sus escritos fueron llevados a la biblioteca, pero nadie mostraba interés por ellos.
Le agradecí y volví a casa.
Estuve a punto de volver a la biblioteca al día siguiente para leer detalladamente esa libreta, pero mi insistencia con el tema ya me había pasado factura, la niña nunca apareció y el caso sería archivado en cuestión de un tiempo, el mundo no se detiene por nada ni por nadie.
Tres meses después, tuve que visitar uno de los barrios más complejos del pueblo para hacerle mantenimiento a una de las cámaras de seguridad, los jóvenes de la vuelta no estaban muy contentos y toda la mañana estuvieron pendientes de cada uno de mis movimientos.
Trataban de infundirme terror hablando en voz alta sobre las atrocidades que pensaban hacer a varias personas que no eran de su agrado, uno de ellos mencionó que el día anterior se le habían perdido varias cosas y que habían aparecido en otro lugar, estaba seguro de que era un duende que lo estaba molestando, uno de ellos le respondió:
—Demás que si era un duende, esos hijueputas les gusta mucho chimbear la vida, pille que a la “Cordal” también lo molestaban hasta que se fue a buscarlo, lo mató y lo quemó.
—Ahí si está hablando mierda pues— respondió otro joven del grupo.
—Eso dicen por ahí.
—Que vuelta con la hija de ese marica, tanto rato y no se sabe nada.
Cambiaron el tema y no volvieron a mencionar nada sobre la niña ni su padre, creo que ahora todo tiene sentido.
Termine la jornada y volví a casa, busque por todos lados la nota, pero no la encontré, no recuerdo donde la había dejado, cansado de darle vueltas a la misma situación, me acosté. No lograba entender el por qué una situación tan extraña y tan trágica como esa, me hubiera afectado de forma directa.
Apagué las luces, me puse los audífonos y traté de dormir, un ruido fuerte en la cocina me asustó. Me paré a revisar, pero todo estaba en orden y cuando volví al cuarto, fue esa puta melodía debajo de mi cama, lo último que escuché.
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