Las palabras suelen ser distantes
vuelan libres y, con frecuencia,
cuesta mucho abrazarlas
como si no fueran parte de nuestros cuerpos
de uno que no se detiene ante nada
o que, por el contrario, no resiste a la tentación de perder el equilibrio
de flagelarse cuando el sonido se escapa sin remedio
dejando de practicar el ejercicio
de la memoria
y quedan varadas,
solitarias como una gota de rocío
en el árido corazón de Wadi Rum
Pero engendrar las palabras
desde la verdaderas esencia de lo que somos
sigue siendo todo un desafío en su misma concepción
no importa que esas mismas letras divaguen
se almacenen tras un muro de cosas que no suelen servir para nada
ni que la ilusión de ser lanzadas al aire
no convide a organizarlas como lo que son:
ideas de hombres que no saben de dónde vienen
ni a dónde van,
de otros que intentan prorrogar la realidad
la que sucede bajo la impertinencia de las balas y las escaramuzas
permanentes e indefendibles
en una madrugada fría
Las palabras que de mi boca salen
que de mis dedos se resbalan
no son tan ciertas como lo es una idealizada mañana de mayo
con sus lluvias/sus verdes/sus flores todas
no todo es verdad bajo estas uñas y estos cortes
ni tan certeras como la estocada de un beso que se enciende con un roce
mis palabras aun así intentan saltar la barrera
evocar la dignidad del recuerdo que fuimos
de lo que hemos superado
de lo que aspiramos a ser
mis palabras vuelan solas, pero vuelan
saltan solas, pero saltan
mis palabras, a veces con miedo,
siempre lo intentan,
otras tantas mejor, ni preguntes.

Yom Hernández
Aquí un licenciado en Historia, loco por la literatura que lee y escribe pertinazmente. Padre de tres libros publicados por Ed Atlantis, Ed Adarve, Ed Cuadranta.
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