Cuando te miro,
cara angelada,
no reconozco
tu mirada.
Extraño el olvido de la niñez.
Lamento la memoria de lo que fuiste.
No entiendo cómo pasaste
de morada, a azul, a blanca, a cenizas.
El cuerpo y el alma
comunicando van
el camino a tomar.
Y te preparas para el destello del presente,
genio mío solitario,
ciego de pavor,
lleno de preguntas,
pero mudo de valor.
Cuando al fin estalle tu farsa,
¿podrás volver
a la tierra descalza?
Cuando mires a los ojos de la luna,
¿te reconocerás en mis carnes desnudas?
El vacío de tu pecho,
cara de diablo,
es lo único que ahora doy por hecho.
Ahogándote el aliento, yo misma en el intento.
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