Millones de sombras

Llegué y ya me estabas esperando, perdón, a veces "impuntual" es mi primer nombre. Estabas contenta, arremetiste con un abrazo fuerte y un "te extrañe", fueron varios segundos convertidos en eternidad en tus brazos.

Reímos mucho ese día, me miraste a los ojos y podía sentir que me estabas intentando descifrar, como si quisieras ir más allá de lo que solo decía con palabras.

Me hablaste de los problemas que te planteas con la psicóloga y que aunque te gustaría que ella hablé un poco más, te vas conforme con lo que sacas de tu interior.

Me hablaste de tus depresiones y cambios drásticos de humor, que era difícil salir adelante cuando parece que el universo conspira en tu contra. Dijiste algo sobre mercurio retrogrado y te reíste, y aunque nunca creí en nada de eso, siempre me gustó escucharte atentamente.

También me preguntaste si tenía días malos, y te contesté que muchos, pero que hubo uno en especial que me hizo mirar las cosas con otra perspectiva.

Ese día no fue bueno, es difícil salir cuando algo te oprime el pecho y sentís ese vacío inexplicable, fue en la oscuridad de casa, entre cuatro paredes y millones de sombras, que fui aprendiendo.

A sanar, a entender que amigarse con la oscuridad y la soledad de vez en cuando, no está tan mal, que mucha luz, casi siempre causa ceguera ante los pequeños detalles que te rodean y también, a saber que a veces, para brillar, hace falta que las luces estén apagadas.

Me miraste, te reíste y después de un suspiro soltaste, "cuánta profundidad, señor sabiduría" y me reí.

Dale, me encanta tu sonrisa.

¿Te parece si seguimos con los mates?