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    Microcuentos I

    Mar 1, 2024

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    Microcuentos I
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    Martes, jueves, Basura

    Siendo tan tarde como era, uno esperaría que la calle estuviera vacía, pero dos figuras cruzaban la avenida Esperanza en direcciones opuestas. Media cuadra de patas marcadas con barro sobre la vereda, el muro de cemento y el árbol de un patio desacomodado seguían de cerca a Reina, mientras exploraba su huida nocturna con curiosidad indiferente. Por la calle opuesta, en un arrastre pesado y casi tambaleante, giraba cuesta abajo un amasijo derrumbado de restos vegetales; bolsas de consorcio llenas; piezas electrónicas sueltas; pedazos de asfalto; comida en descomposición; filtros de cigarrillo; zapatillas sin par; envoltorios de caramelo; hojas otoñales y una creciente cantidad de polvo; porque en su avance el amasijo de desechos sin desechar agarraba lo que encontrase. Reina observó un momento al bulto, y maulló. El bulto se detuvo, girando su masa sin frente hacia la dirección general del animal, o lejos de ella. En un salto y tres pares de pasos marcados, el gato siseó hacia la masa, intuyendo una forma extraña de persona. Lo que obtuvo fue un chirrido suave, el sonido de algo deslizándose y un microondas haciendo saltar el pavimento justo donde había estado hace un momento. El susto le hizo volver al árbol, la masa reincorporó el electrodoméstico a su cuerpo sin ningún esfuerzo, lo giró hasta dejarlo boca abajo, con la tapa abierta hacia el gato en un gesto que pudo ser de sorpresa, y luego se alejó calle abajo, ganando velocidad en la pendiente que nace por Lavalle y se acrecienta cuadra a cuadra hasta desembocar en la rotonda empedrada que la masa, ahora rodando sin control, no podría evitar.

    Encontrándose a salvo, Reina observó el inminente desastre

    — martes, jueves, basura — Pensó el gato — Hoy viernes, ayer no basura — se esforzó en darle sentido — Basura abandonada.

    Siete/11, 2/Once

    Un mar por segundo, filtrado en la infantil amargura de una mesa desatendida. El jean ahogado y el reloj golpeando en la nuca. Un personaje, una máscara que los cueros empapados y las desesperanzas de la guerra solo tiñen de gris uniforme. Ser un fantasma entre vidas sin paraguas es una cuestión de referenciarse en el otro. Nadie importa menos que una moneda en la imagen que devuelve el espejo por las mañanas, pero podemos no ser más que el frío de un mate lavado si nos miran bajo la gorra estirada que resguarda un par de ojos arrugados en desconfianza. Cuando las papas se agotan y los segundos queman, y por obra de la oportunidad, el menú vale el triple. Morir en la rectificación no es prudente, y llegar sano a casa vale más que el orgullo.

    Sigo mojado.

    Decisiones

    Mientras veo mi pierna destrozada convulsionar sobre una catarata de sangre, pienso en todo lo que pude haber hecho para llegar a cualquier otro desenlace. Evitar las amistades de mi primera infancia me habría hecho menos violento, seguir en la secundaria me habría preparado para más que las changas que hice al principio y los hurtos por los que gané mala fama después. Haber gastado menos y bebido con moderación me habría permitido mantener mis ahorros, a mi mujer y a mis dos hijas. Pude andar mil caminos, dudar y repensar docenas de decisiones, tomar centenares de consejos de personas mucho más capaces de lo que fui. Pero de haberme amoldado, de haber dejado que las presiones externas determinasen mi futuro, si hubiera evitado esta mala fortuna que decidí por mi cuenta, habría dejado de ser yo.

    Aún con todo, mientras los paramédicos conversan que habrá que amputar en cuanto lleguemos al hospital, me pregunto si no hubiera sido mejor ser cualquier otro.

    Polvo sobre polvo en un sendero abierto

    El movimiento de las ramas confluye hacia un punto, una sutil invitación marcada por quienes estuvieron antes. Tu mente se debate entre lo que puede, lo que debe y lo que resulta ser. Las pisadas en un camino peligroso indican el camino a seguir, pero también el terreno explorado. ¿Fue la prudencia o la comodidad quien descartó las otras vías? Hay varias formas de saberlo, pero arriesgarse es la única que el cuerpo te pide, la única que les da sentido y distinción a unos pasos que de otra manera solo aplastarían el polvo dejado por las suelas de otros. El mundo solo es tan grande como ancha es la valentía de quienes intentan lo que otros no, y lo logran.

    Tomás Montaña

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