Mi tumba no se lleva nada

Hay un frío sacro,
un martirio que preside mi inquietud.
Hay dudas que habitan el velo que porto,
y no sé nada… y mi tumba no se lleva nada.

La escasez oficia como párroco
del conocimiento que no puedo impartir,
aún largo es el entendimiento afín,
áspera es la ignorancia de las masas.

Se mece un cielo tardío sobre mi alma;
en desespero, arde mi saber
al rozar con trascendencia
la idea de la muerte.

Tarde es, si el arte es inducido al desprestigio;
los cimientos culturales perecen,
y las facultades filosóficas
colapsan, con esmero,
al no cimentarse como pilares
estructurales del criterio.

Se ha contenido al mundo, desde antaño,
supliendo la performática conflictividad bélica
bajo la vena más visceral
de un pulso artístico.
Había arte, hasta en los lugares
más trillados de la tierra.

Los mejores reinos caerán
ante la soberbia potestad
regulatoria del pensamiento
y de cometer perjurio
ante el umbral de la expresión.

Un artista no solo debe impartir
un mensaje;
debe otorgar consciencia,
pues es canal de todo aquello
que alguna vez el mundo tuvo
por genialidad,
y es blanco inaudito
de vender sus virtudes
al mejor postor del mercado.