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    Mi pueblo.

    Dolbach

    Abr 24, 2025

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    Mi pueblo.
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    ...

    Nada cambia.

    Torralba.

    Ahí está, a la sombra de un cerro horadado de cuevas, único e irrepetible. Con los restos de un castillo y de alguna de sus viviendas, con un tramo de suelo empedrado con formas y dibujos.

    A las afueras, una ermita que es un tesoro.

    Más lejos, en el bosque de encinas, en la Dehesa, el Pozo de la Cueva. Mina romana de Lapis especularis (reluz).

    Parajes como el de Santa Quiteria y el de las Gilas.

    El mismo pueblo, con sus calles anchas y sus calles estrechas. Muro de la hundida iglesia. El rollo y los soportales. El parque con la Estacá, manantial eterno.

    Alcarria de paisaje cambiante, ahora verde, luego amarillo. Ocres de otoño. Gris de invierno.

    Pero...

    El cerro de las cuevas se hunde sobre sí mismo. Allí, los restos que se descubrieron de la vivienda, ese suelo empedrado, sigue expuesto a la intemperie y desapareciendo sin remedio. El aljibe, sin puerta, ni oficio ni beneficio. Toda la explanada es un conjunto sin sentido, sin lógica, sin gracia, sin nada.

    Las mismas cuevas, abandonadas, van pereciendo hundiéndose sobre sí mismas. Los muros de contención de tierra son superados y comidos por esta en un proceso irresistible si no se contempla algo.

    La mina romana, estar está, pero para nada. Hay otras en otros pueblos más diligentes que son un atractivo turístico, un recurso económico, pero aquí...

    La ermita, sin duda lo más apreciable del lugar, pero con el esmero justito. La puerta a poniente podría ser un rincón delicioso, pero aparenta un total abandono. Y el jardín es un desbarajuste que solo agrada porque la naturaleza no suele resultar desagradable. Quizás el tejado se termine de arreglar antes de que sea tarde.

    De la otra ermita, poco meritoria en sí misma, comentar el constante desastre que es su entorno. Montón de ramas y otros sobrantes. El pozo feo, los restos de la antigua fuente. Con muy poco, las afueras del tan querido santo Antonio, podrían ser un bonito lugar.

    El muro de la hundida iglesia, también debería aportar un rincón con historia, pero allí queda, lleno de tierra y grava tapando alguna puerta, imposibilitando un entorno agradable.

    Santa Quiteria o las Gilas también valdrían para ser acondicionadas y que fuera agradable y apetecible visitarlas. Senderos paseables, ahora que eso se practica tanto.

    Recuperar la vieja fuente y quitar el mamotreto que hay ahora. Acondicionar los rincones públicos y procurar que los privados no estén llenos de basura y/o derruídos.

    Arbolado aquí y allá, bancos -por ejemplo con los sillares de la Iglesia hundida que andan perdidos aquí y allá-.

    Muchas son las posibilidades y no todo precisa de inversiones ingentes de dinero, pero aquí...

    Si acaso, más cerdos.

    No es reproche a nadie. Todos somos tan inocentes como culpables.

    Es tan solo, lamento.

    Dolbach

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