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mi problema con el mal querer

lu

Aug 14, 2025

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mi problema con el mal querer
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Mi problema con el mal querer.

Al nacer, está espiritualmente confirmado —o al menos eso me gusta creer— que a las mujeres se nos asigna un corazón más grande. Por eso sentimos y percibimos las cosas de otra manera, una mucho más intensa. Crecemos viendo al hombre como la figura del amor incondicional: atractivo, dedicado, que refleja su interés al tenernos cerca y hacernos felices con acciones. Esa idea nos arrastra de la niñez a la adolescencia, y nosotras, prisioneras del amor, buscamos darle forma. Lo buscamos como si fuera una necesidad vital. Tanto, que terminamos entregando el alma al primer hombre que toca la puerta y pronuncia las palabras que tanto queremos escuchar.

Así fue como me convertí en la misma persona de la que tanto escribo. Nunca aprendí a cuidar correctamente mi corazón. Y, a falta de amor, lo llené con cualquiera que estuviera dispuesto a darlo, aunque fuera por un tiempo indefinido, el tiempo que ellos quisieran. No me importaba.

Comenzó a importarme cuando mis amigas dejaron de querer escucharme, cuando decidieron que verme sufrir era suficiente. Eso me obligó a arrastrarme a mí misma hacia una conversación profunda: qué quiero para mí, y si realmente estaba dispuesta a seguir viviendo así. Repasé todas mis relaciones, preguntándome por qué me obligó a pasar por las mismas situaciones. Porque, además de tenerme a mí en común, todos los hombres con los que me relacioné compartían otro patrón: la falta de cariño e interés por mí.

Entonces la catarsis llegó esa noche, en mi habitación. Comencé a pensar en mí como la culpable de mis propias elecciones, en las opciones que tenía. Si hubiera entendido más sobre el amor, o si me hubiera tomado mi tiempo de aceptar mi soledad y abrazarla, hoy no estaría arrepentida escribiendo esto. Porque me apena, sufro pensando en las distintas sábanas que me abrazaron más que las personas durmiendo a mi lado. Hoy ya no importa. Pero en ese momento, había decidido que lo mejor que podía hacer era olvidar a quienes me habían olvidado incluso antes de que yo cerrara la puerta de su habitación. Dejando atrás las miserables situaciones que he cargado en la espalda durante tanto tiempo.

Como tuve que pedir ser amada correctamente.Como tuve que pedir explicaciones acerca de dichos tan desagradables sobre mi persona, justo cuando estaba más expuesta, habiendo entregado incluso lo que no podía dar. Como indirectamente rechazaron mi amor, pero siguieron buscando mi tacto y mi calor. Como una madrugada fui obligada a abandonar la habitación, cuando mi deseo más profundo esa noche era no dormir sola.

Siento un nudo en mi pecho que cada vez arde más. El día gris acompaña mis palabras y me recuerda lo triste que es quedarse en un lugar donde no te necesitan, donde no te quieren, incluso cuando es eso lo que fuiste a buscar: alguien que te quiera. Tal vez no era el tiempo ni la forma de conocerlos. Tal vez solo necesitaba comprender que puedo estar sola y esperar un amor que valga la pena. Uno que no me abandone en las noches, que me recuerde quién soy y cuánto valgo.

Si le soy sincera al público, heridas como las que me impuse no sanan rápido. Y aunque quisiera hacerlo, aunque me convenza de que dejarlo todo en el pasado es el primer paso al olvido, todavía no puedo. No me siento capaz de recibir un amor más amable, porque siempre me han amado mal o no me han amado. En el fondo de mi corazón, anhelaba no ser la única malquerida. La que aprendió a base de huidas y despedidas. Y es que parte del entendimiento fue eso, el querer dejar de correr lejos cuando una situación dolorosa se interponía en mis vínculos inestables. Asustándome el hecho de que si seguía así, iba a quedar mucho más rota, mucho más sola. Me gusta pensar que en el fondo, estoy aprendiendo cómo quiero que me amen, entendiendo que puedo esperar ese amor tranquilamente, o mejor aún, dármelo a mí misma, sin la necesidad de un segundo. Solo yo y yo.

Hoy lo único que puedo decir es que me arrepiento de todo lo que dejó el haber amado a tantas personas antes de amarme a mí. Me acostumbré a querer poco porque me convencí de que merecía poco. Ahora sé que merezco todo pero no quiero nada.

lu

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