Cuando te echan de un laburo, enseguida tenés que pensar qué vas a hacer a partir de ahí. Si tenés el agrado de que tu esclavizador contemporáneo te pague todo lo que corresponde, empezás a pensar qué hacer con esa plata tomando en cuenta tu situación: ahora desempleado y pensando qué hacer con tu futuro. Desempolvo mi mochila de delivery y empiezo a darle un orden al futuro. Tal vez no como quería, pero es un sustento.
En esa baraja de opciones que pensaba, para mejorar mi bienestar, se me ocurrió usar parte de esa plata en comprar un celu, algunas cosas para la moto, y la tan ansiada heladera. Era algo que hacía tiempo venía pensando comprar, algo que necesitaba mucho, y que, viendo mi nueva realidad, me iba a ayudar a bajar algunos costos de vida. Porque viste que ahora todo se basa en costo: costos que hay que subir, bajar… Como si fuéramos una especie de mini empresas, empecé a hacer cuentas, a evaluar dónde comprar, qué comprar, y empecé.
Las cosas para la moto estaban, el celu estaba, algún que otro detalle más, y dejé para lo último la máquina de bajar temperatura en un microclima cerrado para conservar alimentos. Evalué la posibilidad de comprar una nueva: algo cara, pero nueva. Tal vez en ese momento tendría que haberme plantado y pensar en lo que me merezco. Pero merecer no es algo que exista.
No sé si me merecía una nueva o usada. Creo que me merecía una heladera y punto. Dentro de las posibilidades, la que me pareció más acertada era una usada: bien, con historias, que cumpla con lo que necesitaba, y listo. Un poco más barata, no tan vistosa como una nueva: una heladera.
En la búsqueda encontré una linda, buen precio. Se la veía bien, estaba fría adentro, como una heladera. Arreglamos el traslado y llegó. Me sentí ansioso; el merecimiento tenía sentido.
Pero a veces hay cosas que, por más que les busques explicación, simplemente no la tienen. Porque el merecimiento no tiene explicación.
Si la vida es tan azarosa y casual que todo se vuelve medio un hilo al viento, sin conexión, ¿qué lugar le queda al merecer? No andaba. Aquello que tanto había pensado y anhelado, no andaba. No andaba porque cometí algún error? ¿Porque el traslado la dañó? Solo tenía que enfriar y no lo hacía. Merecía que le pongan gas y no lo hicieron. O capaz no lo merecía.
Las heladeras, algunas, tienen vidas útiles de pocos años. Así te pueden vender otra. Las personas, parecidas: las desgastan rápido, para que siempre tengan que comprar nuevas ilusiones. A veces creemos que merecer es una garantía, pero en realidad es una forma elegante de decir que esperamos que la vida sea justa. Y la vida, la mayoría de las veces, no firma contratos con nadie.
Las personas a veces hacen cosas que uno no imagina para subsistir. A veces creen que las otras personas merecen algo malo para que ellos tengan lo que creen que se merecen. Esa heladera tenía una carga de merecimiento de otra persona que yo tenía que pagar. Porque no andaba.
La estafa es la respuesta más egoísta del ser humano para tener lo que cree que se merece. Y ahí está el punto: cuando el merecimiento se vuelve excusa, se transforma en violencia.
Por eso existe aquello que llamamos karma, o justicia, o destino. No porque el universo castigue o premie, sino porque las consecuencias siempre terminan encontrando su camino, aunque no sepamos cuándo.
El merecimiento no existe, al menos no como lo pensamos. Si existiera, el mundo sería lógico. Pero no lo es.
Y si el diario del lunes no existiera, el merecimiento sería material.
La vida es una torta de mierda, y todos los días te comés una porción. Pero por algún motivo, todavía hay días en los que uno quiere repetir.
Si te gustó este post, considera invitarle un cafecito al escritor
Comprar un cafecitoRecomendados
Hacete socio de quaderno
Apoyá este proyecto independiente y accedé a beneficios exclusivos.
Empieza a escribir hoy en quaderno
Valoramos la calidad, la autenticidad y la diversidad de voces.


Comentarios
No hay comentarios todavía, sé el primero!
Debes iniciar sesión para comentar
Iniciar sesión