Mi piel se corre del papel,
mis ojos huyen del ayer.
Camino danzando sin sentido
sobre una tirolesa de papel.
El viento sopla en mi nuca,
traspasa mi sangre,
hiela mi carne.
Me alista para dejar de pensarme.
Cada respiro raspa mis mantos;
sal y vino para olvidarte,
tres metros bajo tierra
para no llamarte.
Auxilio, socorro,
palabras de aliento
para evitar el ahogo
que pronto vendrá a cobrarse.
Y si algún día he de partir,
llévenme a un lugar de ritos
donde el caos escape como un purasangre,
beba agua
y se encierre como parte del arte.
Ya no quiero temer
a sus cifras de horror
que avanzan sin piedad,
sin ruido, sin dolor.
Esta carrera contra él
no quiero ganarla.
Solo quiero beber de su sed
y dormir en sus puntos.
Tic tac, tic tac —
resuena su canto.
Arrasa poco a poco lo que toca,
sin mirar atrás,
con sus cabellos de loca.

Alexander Verano
Aquí comparto mis versos como quien deja cartas sin remitente: esperando tocar el alma de quien los lea, o simplemente, escuchar el eco de mis propios sentimientos.
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