Hay algo en vos que escapa a cualquier intento de descripción exacta. No es solo tu sonrisa, ni la forma en que se te iluminan los ojos cuando te reís nerviosa. Es la manera en que te acomodas el pelo cuando te sentís observada, o cómo jugas un poco con la mirada cuando algo te toca de verdad.
Sos linda, sí. Pero no de esa belleza que salta a la vista, sino de la que se descubre de a poco, como una canción que al principio suena bien y después se vuelve favorita. Sos linda cuando caminas y te perdés en tus pensamientos pero también sos linda cuando te quedas quieta y en silencio, y tu cuerpo igual me sigue hablando.
Sos linda porque le prestas atención a los detalles que nadie ve, porque te acordás de cosas que parecían olvidadas, porque te emocionas con una canción que te puede conectar con algo o con alguien. Sos linda por dentro, por fuera y por todo lo que no se puede nombrar.
Y si te dijera todo esto, capaz te reirías y te taparías la cara. Pero yo igual te lo diría. Para que no se te olvide nunca. Para que lo lleves con vos, siempre, como un recordatorio suave: vos sos linda. Mucho más de lo que crees.
A veces no lo sabe, o se olvida. Y quizás —solo quizás— esa es mi parte favorita: poder recordárselo.
Yo la leo entera, como quien vuelve siempre a la misma página favorita de un libro.
Y me quedo en esos detalles diminutos, donde otros no se detienen…
Porque ahí es donde ella realmente está.
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