Mi mejor regalo

Te quiero contar que desde que nací tengo una guardiana de mis pasos.

Culpable de esas risas con dolor de panza que todavía me habitan, de esas inseguridades que siempre supo calmar.

Siempre estuvo ahí, cuidándome de manera silenciosa y constante, aunque nos llevemos once años de diferencia, que por cierto, nunca se hicieron notar.

Es una de las personas que me enseñó a no temerle a la vida, a caminar aunque el mundo se moviera.

Tan distintas e iguales a la vez.

Recuerdo aquellas tardes de los 2000's:

éramos compañeras de bailes y películas de Disney, mirábamos pelis de terror en Space y también Los Simpsons en Fox, nos arreglábamos las uñas, nos vestíamos lindas para sacarnos fotos en casa, olíamos cartas de Floricienta y me usaba de juguete para hacerme peinados.

Cada momento era un pacto secreto de complicidad que nadie podía romper.

También hubo momentos difíciles: cuando voces ajenas de vecinos conflictivos llenaban nuestra calle de miedo.

Nos escondimos bajo la mesa; yo tendría cinco años.

Entre tanto ruido le dije: “Tengo miedo.”

Y ella, abrazándome fuerte, me dijo: “Yo también.”

Ese recuerdo quedó grabado, porque ese miedo que sentía se volvió más liviano:

no estaba sola, tenía a mi hermana mayor conmigo.

Así fue siempre.

Te tengo que contar que hubo un día

en que, de compartir habitación juntas,

pasó a mudarse sola.

Y sin que lo supiéramos, eran de las últimas veces que íbamos a estar así de unidas físicamente.

Nuestro vínculo cambió,

de lo cotidiano a lo esencial,

de lo terrenal a lo espiritual.

Y especialmente mañana, me la imagino vestida de blanco.

Siempre me dijo que yo era su princesa, en este momento la veo a ella como la mía.

Con los ojos brillando distinto,

dando pasos que yo acompaño desde lejos.

No voy a estar ahí en su casamiento, pero en cada segundo de ese día mi amor va a abrazarla.

Ella sabe.

Tuve el privilegio de crecer a su lado, de aprender sus risas y silencios, sus alegrías y sus enojos, sus sueños guardados como secretos.

Le deseo a su compañero de vida, la fortuna de envejecer con ella como la que yo tuve de crecer a su lado.

La fortuna de descubrir, año tras año, a esa mujer inigualable que yo ya conozco de memoria.

Qué lindo saber que alguien rompió su esquema, la complementa, le demostró que el amor real y sano existe, la cuida, le da todo lo que merece.

Pensar que veíamos como algo súper lejano que se casara… Ella nunca fue tradicional y eso es algo que me encanta.

Deseo que su felicidad se multiplique como los rayos de sol de todas nuestras vacaciones en Mar del Plata, como el budín de limón que hace, que es insuperable, aunque odie cocinar.

Aunque la vida cambie las formas,

y aunque hoy no estemos en el mismo lugar,

ella es y será siempre mi hermana mayor,

mi segunda mamá,

mi mejor suerte y el mejor regalo que papá y mamá me pudieron dar.

Sé que vas a leer esto, mi Luli.

Gracias por regalarle momentos a esta mente

que ama recordar.

Te ama, tu hermanita menor.