Alguien que hablaba otra lengua

Cuando la conocí ni siquiera podía mirarla, lejos de ser su culpa, era yo quien no estaba lista para agrandar el corazón. Con el tiempo solo pude amarla y no tardamos mucho en volvernos grandes amigas. Ella siempre me buscaba para irnos a dormir y creo que era la única que me escuchaba llorar. Pasaba horas charlandole imaginando que hablábamos la misma lengua; le decía que si me iba la llevaría conmigo, le juraba que fue ella quien me salvó y no al revés, le contaba cuanto la amaba y cuando el sol se asomaba tarareabamos cantos que nos habíamos inventado. Cada que la veía aparecer mis ojos suspiraban el alivio de un sueño hecho realidad.

Un día se fue, procurando no hacer ruido y sin querer queriendo, se llevo mi corazón. Ahora soy yo quien la busca en cada rincón y los únicos cánticos que se oyen en las mañanas son sollozos implorando a Dios una explicación. Procuro visitarla donde la guarde y que en su tumba viva el color de la fe. Algunos días pienso que fue mala idea haberla mirado, quizás así, estaría a salvo de esta desolación. No creo que haya tenido dimensión de mi amor, tampoco del significado de la alegria y los sueños hechos realidad (quizás por eso se los llevo). Ella era mi mejor amiga y yo no fui más que alguien que hablaba en otra lengua.