Siempre me costó entenderme, nunca supe muy bien que quería hacer, si bien tenga algunas certezas bastante firmes en mi vida, como por ejemplo mi religión, la manera que tengo de pensar ciertos temas en relación a la política, mi sexualidad, mi manera de concebir la familia, y algunas cosas más, siempre me ha costado definir de manera clara cuál es mi rumbo en términos de vocación podríamos decirle. De chiquito no recuerdo haber soñado con ser algo de grande, el futbol me gustó siempre, mucho, sobre todo el análisis del futbol, que era una de las cosas que me unían con mi abuelo Armando, gran futbolero, de los analíticos también, admiraba mucho su paciencia, su serenidad, su sentido del respeto, de la escucha, su cordialidad, no era muy afectuoso, pero tenía actitudes muy propias en las cuales se podía ver una muestra clara de afecto, entre esas actitudes, una era que te invite a ver un partido de futbol frente a su pequeño televisor del comedor, recuerdo que poníamos dos sillas una al lado de la otra, y mirábamos mucho la Liga Española, él era hincha de Boca y del Real Madrid, una contradicción tan grande como ser de River y Peronista, tanto admiraba yo a mi abuelo que cuando era muy chiquito durante un tiempo fui de Boca solo por él, para que estuviera contento y tuviésemos algunos temas más para conversar, aunque mucho de futbol yo no entendía, a mí solo me gustaba sentarme en esa silla marrón, frente al televisor y conversar durante 90 minutos con mi abuelo.
Armando ya no está, en 2020 se fue, y mi hijo tiene un problema que tendrá que resolver. A ninguno de sus dos abuelos les gusta el fútbol.
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