Me siento en mi cama, en la intimidad de mi cuarto, y lloro desconsoladamente, lloro porque sé que ya no seré bella nunca más. Que mi cuerpo ha sido profanado por bisturíes y agujas, por manos ajenas y por aquellas que una vez prometieron cuidarme y querer todo de mí. Lloro porque sé. Que mi cuerpo antes era mejor y aun así no me gustaba. Que no puedo retroceder y elegir que no me hagan esto, porque eso significaría dolor, sufrir en sistema numérico cada vez que fuese a hacer algo que me hace feliz. Que no puedo elegir belleza y tranquilidad a la vez, no puedo ser ambas, y nunca pude.
A veces me pregunto si toda mujer se siente así de vez en cuando, si hasta los ángeles lo sufren. Pero yo me llevo sintiendo así demasiado tiempo, desde que empecé a sangrar sin tener muy bien idea porqué. Nunca he sido bella y ahora es imposible que lo llegue a ser. Mi operación y mis varios trastornos alimenticios, mi abusador y mis castigos se han asegurado de que así será, de que yo nunca llegue a sentirme como una humana decente, mucho menos un ángel.
Escribir llega a ser lo único que calma mis pensamientos y mi dolor lumbar, y aun debo cambiar de posición a mitad de escrito. Siempre me ha extrañado no ser lo que se supone que yo tenía que ser, me he preguntado porque me han asignado este dolor, quien es el responsable. Luego me adscribo esa culpa a mí misma, quien más sino yo sería responsable de mi inutilidad. Quien más sino ha convertido mi cuerpo en lo que es, un trapo sucio rellenado con poca alegría y demasiada tristeza.
¿Quién me ordenó nacer así?, ¿Que cruel Dios me tomó en sus manos, un simple eco de vida, y decidió este sufrimiento para mí? Me despierto cada día y le maldigo, muchas veces maldigo y no sé si alguien me escucha. Aunque así fuese, sea quien sea, se niega a contestar.
Me pregunto que ser tuvo esta terrible idea, habiendo podido crear una perfecta muñeca, con algún que otro brote de locura, y algún que otro novio controlador, y alguna que otra amiga falsa que acabaría por traicionar a la muñeca. Pero esto a la muñeca le daría igual, pues seguiría siendo muñeca, seguiría siendo bella y perfecta. Y ser bella y perfecta es consolación suficiente. Excepto para muñecas como yo, que no son muñecas, sino un espantoso amalgamamiento de piezas mal cosidas y mal fabricadas, y que con los años se estropean a una velocidad improcedente.
Hasta se escapa algún hilo de mi boca y se emborrona la pintura de mis ojos cada día un poco más. Nada puedo hacer yo para parar esta caída, yo sé que nada puedo hacer para dejar de ser horrible.
Me arrastro por la habitación y espero con ansias el día en el que pueda mirar al espejo y estar libre de cicatrices, recién nacida, recién creada, nueva y libre. Espero ese día que nunca llegará, seguiré matando bichos con mis manos y secando mis lágrimas con la única camiseta que puedo usar sin que me den arcadas de lo grotesco que se ve mi reflejo.
Pienso en hablar de esto con mi amado, ¿pero de que serviría?, él no sabe lo que es ser inservible, monstruosa, y lo peor, ser demasiado débil como para auto convencerme de lo contrario. No sabe lo que es no poder ser bella, aspirar a ello día tras día y no alcanzar nunca ese paraíso llamado aceptación.
Se siente un poco como una trampa, tener a mi lado a alguien que no sabe de mi fealdad, que no me mira con los ojos que me debe mirar, que no ve lo que realmente soy. Deberían de encerrarme y asegurarse que nadie me pueda querer así, deberían de tratarme como un monstruo deformado, como lo que soy.
Este dolor no cesa y no lo hará. Un dolor tan instalado en mis huesos, tan desde pequeña y tan propio de mi ser, el sentirme miserable y fea. Ya no me quiero. Nunca me he querido. Imposible revertir este destino. Imposible llegar a sentirme bien, y yo lo sé. El dolerme todo a todas horas y no ser capaz de pararlo, no ser capaz de hacer nada al respecto, intentarlo y hacer que todo sea peor ¡Ah sí! Esa soy yo.
No creo que nada nunca me pueda hacer dejar de llorar sobre esto. Nada nunca hará que yo sea bella. Esto es imposible y no merece la pena seguir pensando que yo, una mera humana, pueda llegar a conseguirlo. Lo acepto y sigo llorando en la misma cama en la que abusaron de mí y en la que dormía de niña, antes de saber que nunca podré crecer a ser lo que yo tanto quería ser. Ser bella es todo lo que yo hubiese querido ser.
Y habiendo escrito todo esto, una no se siente mejor, yo no me siento mejor. Pues escribir no me cura de mi condición de fea, no me cierra las heridas y no me borra las cicatrices, solo me roba tiempo que podría emplear en intentar ser bella. Termino esto y me quedo con la misma pregunta que al empezar esta reflexión sin final alguno. ¿Cómo volver a ser lo que una no ha sido nunca?
Recomendados
Hacete socio de quaderno
Apoyá este proyecto independiente y accedé a beneficios exclusivos.
Empieza a escribir hoy en quaderno
Valoramos la calidad, la autenticidad y la diversidad de voces.
Comentarios
No hay comentarios todavía, sé el primero!
Debes iniciar sesión para comentar
Iniciar sesión