Mi búsqueda personal interminable

Estoy a dos materias y algunos finales de terminar la carrera de Edición, pero últimamente me siento tan desmotivada que todo me está costando el triple. Algunas personas me dijeron que es porque ya estoy en la recta final, otras personas me dicen que es porque ya comienzo a pensar en qué va a ser de mi cuando termine la carrera, aunque no estoy segura de que sea eso, pero al mismo tiempo tengo miedo de que los comentarios de las demás personas resuenen tanto en mi interior que mi cabeza quiera crear nuevas inseguridades.

—Vas a tener tu propia editorial y vas a ser buenísima —me dijo una compañera de trabajo un día en el almuerzo, tal vez para alentarme a comenzar el cuatrimestre.

—Gracias por la confianza, C., aunque no sé si quiero tener mi propia editorial, tampoco sé si quiero trabajar para los sueños de otra persona. Mucho menos si no resuenan con los míos.

—¿Y cuál es tu sueño?

—Escribir —le dije sintiéndome vulnerable ante la confesión que acababa de hacer.

Esa conversación que tuve con C. fue la primera vez que dije en voz alta, y tan segura, que tenía un sueño, y que ese sueño era escribir.

—Qué paradoja que hayas estudiado los procesos de edición y quieras estar del otro lado —me respondió C. luego de quedarse callada para darle un sorbo a su tibia sopa de calabaza.

Lo cierto es que la sociedad siempre espera que termines una carrera para hacer lo típico que te habilita tu título, pero hace algunos años que trabajo como editora. Primero empecé siendo redactora, luego como diagramadora y ahora como editora de otros proyectos. Cada paso que hice hasta llegar a este punto de mi vida de tanto agotamiento, me llevó a cuestionar qué esperaba de mi, además de tener un título universitario. Ahora sé que espero escribir, pero no sé qué, ni sé bien por dónde empezar.

Hace poco mi novia me regaló un seminario con Mariana Enríquez. En la primera clase nos dijo que debíamos aprender la diferencia entre el proceso catártico y el proceso creativo, y que también debíamos aprender a separarnos emocionalmente de lo que queramos contar si vamos a atravesar el segundo proceso. Yo no sé separarme de mis escritos. ¿Será que nunca conocí el proceso creativo?

Hace diecisiete años que escribo. Empecé con la poesía sin saber que era poesía y, la verdad, siempre escribí por necesidad de atravesar el proceso catártico más que para hacer algo creativo. Me hubiera gustado preguntarle a Enríquez si ella cree posible hacer una simbiosis de ambos procesos. Yo creo que sí, de hecho, cada vez que entro a esta plataforma a leerles siempre es porque busco eso, busco que la lectura me genere emociones, no importa cuáles, pero que me atraviese y pueda, incluso, también hacer el proceso catártico como lectora.

Quiero poder avanzar con algo y tener un proyecto para compartir con el resto de las personas que sobrevivimos en este mundo tan hostil, porque sé que las palabras no son suficientes, aunque sea políglota y encuentre distintos términos para clasificar cada emoción que quiera transmitir, pero al menos quiero decir algo, porque tengo una voz, porque las demás personas también tienen una voz, y porque si todavía estoy viva es porque alguna vez me encontré en la letra y melodías de una canción, porque me encontré en poemas que me partieron a la mitad o en cuentos que me acobijaron cuando me sentía indefensa para afrontar el día sola. No me importa cuántas palabras digas en un párrafo si la intención es acompañar a alguien más con lo que escribís, descargarte y vomitar tus pensamientos y emociones, o simplemente jugar con tu creatividad. Te doy la bienvenida a mi vida, y si escribo, espero que también me des una bienvenida a la tuya.