Mi alma no se inspira, es invocada

El llamado es una persona.

Toda idea que se vislumbra de su rostro

es el canto de un arpa,

el canal lírico donde evocan partituras,

donde nacen y performan los ángeles.

El llamado a retratar

es un espejo.

¿La describo,

o hundo mis garras en mi sombra?

Es el aura de lo inefable,

de lo familiar desde antaño,

lo que se ama de una ópera,

y lo que, por transformación,

muere en un escenario.

Uno es huésped de un cuerpo

forjado por ego,

y a veces —solo a veces—

es también un canal.

Yo no escribo poesía:

yo recibo un llamado.

Mi alma no se inspira,

es invocada.