...
Albañiles del ser.
No soy yo de esos que dicen que se hicieron a sí mismos, que se sienten seguros y complacidos de y con su obra. Que muestran el orgullo de un supuesto esfuerzo desmedido, y lo muestran como espejo en el que han de mirarse los demás, pues ese es el modo correcto de estar en la vida, de componerla para uno. Y, a su ver, si alguien no es, es porque no ha querido.
No se atiende a los contextos: origen, situación, capacidades, inercias, sueños, suerte ni obligaciones.
Quien se afirma autor de sí mismo, es firme defensor del meritoriaje basado en resultados como único modo social justo.
Un negro en Alabama en 1920, mereció pues su vida, lo mismo que Ayuso merece la suya en el Madrid de hoy. Los méritos son, para los autores del propio ser, evidentes. En ello no hay trampa ni máster de cartón.
Yo, lo confieso, no me he hecho; me va haciendo, muy despacio, la misma vida. Me empezaron mis padres y hermanos; luego maestros y amigos. Me construye el soñar, el trabajo, el ocio, el juego, el arte, el sufrimiento, el castigo. El amor y el desamor han sumado en la obra que puedo llegar a ser. Inconcluso estoy y moriré sin acabar. Siempre me faltará un hervor, una pizca de sal, comino; un libro que escribir y millones que leer. Una nevada, una puesta de sol, una sonrisa, un vino.
Todo hace, y si así es, ¿Como va uno a hacerse a sí mismo?
En fin...
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