Era invierno, la nieve era hielo, los vientos gélidos. El paisaje era oscuro, azul en su totalidad, con las nubes tapando cada centímetro de ese techo al que llamamos cielo.
Y yo, todavía seguía en mi capullo, encerrado en ese pequeño espacio, con sus paredes fuertes y rígidas como el marfil. Con sus paredes fuertes y rígidas como las ventiscas y tormentas de esta época del año. Como yo, quien estaba dentro de ese pequeño espacio, en el cual no me podía mover del todo.Pero con la suficiente calidez para seguir deseando estar allí. No tenía necesidad de salir, de exponerme al mortal frío y a los peligros que todo el mundo puede (Y hará) ofrecer y desatar sobre mi. Todo estaba en su lugar, en mi lugar seguro.Tenía todo lo necesario y nunca me faltó nada por lo cual quejarse o decepcionarse de mi cálido hogar.
Pero, nunca supe cómo es el mundo allí afuera.
Nunca supe cómo en realidad me veía.
Nunca supe cómo funcionaba.
A veces pienso que me gustaría salir, pero la idea suicida sería ¿Cuanto valeria ese sacrificio para solo el mundo conocer? ¡Ridículo!. Mejor sería no cuestionar, y seguir allí.
Pero las paredes empezaron a debilitarse, ya no me protegían del frío como antes, dejaban entrar una pequeña ventisca helada, un pedacito de ese mundo que de algún modo me esperaba, como si estuviera derrumbando lentamente mi cálido hogar, obligandome a enfrentar el hielo que me esperaba.
A decir verdad, esa ventisca, ese pedacito de mundo, solo aumentó mi intriga de saber si el lugar donde me encontraba era tan devastador como imaginaba, si de verdad, los miedos y expectativas eran de verdad justificadas, o solo son de esos berrinches de la mente, esas malas jugadas, que nos paraliza y nos hacen quedar en casa.
Un mes más pasó, donde la casa poco a poco se rompió, donde sus paredes se resquebrajaron, y su calidez desapareció, dejándome expuesta a lo desconocido.
Al encontrarme allí, al conocer lo no visto, el asombro acudió a mi como un niño el cual las maravillas del universo acababa de descubrir.
El paisaje era cálido, el cielo, de un azul resplandeciente, el cual clarificaba un vívido y dulce paisaje primaveral, donde los pastizales y la fauna abundaban, y las flores alardeaban sus hermosos y magníficos pétalos, donde posaban ciertos insectos, muy bellos, con alas coloridas y únicas en cada individuo y un cuerpo negro como la noche y peludo como aquel pastizal que se presenciaba.
Esos insectos, esos seres, eran como yo, haciendo que un sentimiento de alivio y alegría corriera por mi cuerpo,
No estoy sola, no necesito estarlo. Puedo afrontar lo que el mundo me tenga para dar en compañía, con seres como tu y como yo, quienes tienen miedo de salir.
Quienes tienen miedo de descubrir el mundo, que los puede lastimar y avasallar.
Por seres como tu y como yo, que alguna vez ese invierno nos alcanzó, y nos despojó de todo lo que conocimos.

Black Cat
Holaa, me gustaría compartir los textos que hago, es algo que me gusta hacer y que los demás lo vean
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