— A Brighton lo desmantelan en cada torneo y sigue siendo competitivo, no tienes idea. —Jinzo señala la pantalla, misma donde deberían proyectar asuntos del trabajo, pero es una captura del partido de un día anterior.
— Si no fuera por Trafford, eso hubiera sido goleada... muy seguro —le responde otro de sus coworkers, Minseok.
Y es lo único que se necesita para que el grupo de hombres se levante, acaben amontonados frente a la pantalla para seguir opinando o decidiendo el destino del equipo. No lograba entenderlo por completo. Cada que volteaban para buscar su aprobación solo asiente, dejando una seña de estar en algo importante en el pórtatil. No solían molestarlo demasiado pero le gustaba mantener apariencias, se había acostumbrado al ambiente habitual entre hombres heterosexuales con gustos en común, predecibles.
— Hey, hey, atención. Apaga eso —otro de los supervisores entra por la puerta transparente, se veía y escuchaba a medias del otro lado. Y pronto el grupo de hombres toma su asiento, cambiando de canal para devolver la presentación del dia. Kyun se levanta, una reverencia acompañada de "buenos días". — ¿Ya decidieron qué haremos el sábado? —el hombre mayor se acerca hasta Kyun, levantándolo al apretarlo por hombros como una felicitación. Entre el ascenso y compromiso, se habia convertido en un foco importante entre el grupo.
— No tiene que ser algo muy grande tampoco, señor. —
¿Cómo podría no ser grande? Hace mucho no salimos en conjunto. El bullicio comienza al emocionarse, sintiendo esta vez la incomodidad de pertenecer a un lugar que no le gusta por completo. Independiente de sus intereses, el tipo de ambiente en el que acaban siempre es peligroso.
— Está bien... solo me preocupa. —menciona Kyun, respecto a una última ocasión.
— ¡Ah, eso! Gajes de estar en un buen lugar — el mayor suelta una risa, siempre restándole importancia al haber sido drogado cuando acabaron en un table dance. La cuenta era impagable pero aún asi pudieron arreglarse, pero Kyun seguía pensando que le forzarían a estar en un lugar como ese al salir. Jinzo alza la mano, intentando adelantarse a la propuesta y le conceden atención. — ¿Y si aprovechamos la fiesta de fin de mes? Bueno, si es que aquí el señor nos invita. —se refiere a la fiesta privada de gerentes, directivos. Nadie habla de lo que pasa o quién termina en ir, solo se sabe que es una gran mansión a puertas cerradas. Lujos sería lo de menos. Los demás apoyan entre gritos, aplausos, y el supervisor vuelve a reírse. Niega, gira la vista a Kyun.
— Podría pensarlo, aunque depende de él. Sigue siendo tan... reservado —lo agita al tenerlo todavía abrazado, sonríe por el nervio de no saber que pueda suceder.— Dime, hijo. ¿Qué cosas te gustan? Depende de lo que digas, puedo llevarlos.
— ¡Yo, yo respondo por él!
— ¡Yo también, por favor!
Kyun logra mantener una risa, pensando en una respuesta convincente para que lo suelte. — Hmm, algo diferente a mi prometida. —era una contestación arriesgada, pero suficiente para que otra ola de escándalo le apoyara.
— ¿De verdad? Bien dicen que los serios son los peores, jajajaja.
— Sí, señor.
— Ok, entonces... creo que con Jinzo y Min estarás agusto. ¿Verdad? — Jinzo habla con Minseok al fondo, probablemente hablando de noches antes. Por alguna razón habiéndole guardado el secreto de lo que sucedió, devolviendo el gesto con ser involucrados en la nueva fiesta. No comprendía por que eran así especialmente con él, pero imaginaba que no estaban seguros de dónde se habia metido por tanto tiempo. No preguntaba. No quería ahondar más en ello.
———
El lugar no era tal como lo imaginaba, parecía mas bien como un salón antiguo remodelado. Las cortinas guindas caen por paredes, candelabros enormes mantienen una luz especial en la pista, entre mesas sobresalen arreglos florales con toques en dorado. Era elegante, pero no parecía mas que una cena habitual para los supervisores. El piso alfombrado, los ventanales que daban a un jardín que envuelve el salón hacia donde veas y que la luz exterior es directamente lunar. No se acercaba demasiado pero podía distinguir que eran rodeados de rosales, el borde de lo que parece un laberinto verde. Es hasta que Kyun pretende ir a su mesa que se da cuenta de lo distintivo de la cena.
— ¿Rojo, negro o dorado? —una joven con el rostro cubierto por un tapabocas oscuro, de tela satinada, le ofrece un color.
— Negro, creo. —y el antifaz acaba en sus manos.
— No olvide la primer regla. —la mano señala el cartel en letra cursiva que está colocado antes de pasar a la mesa. "No retirar el antifaz". "Mantenga su nombre en secreto." "Celulares no permitidos." Kyun voltea a la fila donde también estarían sus amigos pero fueron separados, igual de confundidos cuando le ven de lejos. En cambio su jefe se veía confiado, en un lugar que probablemente ya conoce bien. La pantalla arriba de la cabeza del anfitrión se enciende, señalando esperar hasta que sea indicado avanzar. "Espere hasta que las puertas del interior se cierren." ¿A qué se refería si todavía no entraban? Pronto entendió. Estar fuera de la zona de mesas, donde sería la cena y está la pista de baile, no te dejaba por completo fuera de visión. Es ahi donde alcanza a ver como sí es que hay puertas interiores, una fila de personas entre hombres y mujeres van avanzando hasta acomodarse a la orilla de la pista. Su antifaz no es diferente en color al suyo, pero sí cubre más del rostro. No puede ver demasiado pero puede darse cuenta que cada uno parecen atractivos en físico. Lo que está pensando es verdad. Van de traje o vestido color perla, llevando lo que parece un distintivo en la mano. No se mueven, esperan pacientes sin tener una orden de mirar a los invitados. La pantalla en la entrada cambia a otro color, pero no entiende hasta que los invitados comienzan avanzar.
A su par, la música igualmente inicia, un grupo en vivo con el típico repertorio bossanova al fondo. Jinzo le alcanza, sabiendo que es él por decir su nombre en voz baja:
—¿Qué carajos pasa aquí? Yo vi algo de esto en... —uno de los anfitriones separa a Jinzo de él, como un gesto de advertencia. El contacto físico entre invitados no parecía permitido. Algo incómodo, extraño, pero ambos estaban todavía en ese bucle confuso que terminan por separarse y hablar con espacio.
—No sé... no creo que sea bueno hacer algo arriesgado. ¿Y el jefe? —El ya debe de estar en su mesa, pero nosotros no vamos en el mismo lugar que él. Qué novedad.
—Para como es él, ya debe estar con alguno de ellos. —señala al otro lado de la pista, los que parecían ¿edecanes? comenzaban a dispersarse conforme invitados les invitaban a bailar o acompañarlos. Estaba seguro de que el supervisor estaría entre ellos rápidamente.
—¿Qué hacemos entonces? Esto se ve como en la película extraña que vimos. —Pues... mezclarse. O al menos que quieras estar sentado toda la noche. Haz lo que veas en los demás. Jinzo asiente, a pesar de estar en confusión con el lugar, también es bueno para lo que implica diversión aunque esto se vea ligeramente peligroso. No hay señal, lo nota desde que le retiran el celular. Asi que toca avanzar.
———
Era una fiesta anónima, pero de alguna forma sabían reconocerse. El juego de manos, toques inapropiados al público, el saludo con beso al cuello. Hombres con mujeres, mujeres con mujeres, o cualquier combinación era permitida cuando llevan el antifaz. Mayores, personas jóvenes, altos y bajos. Los acompañantes eran de todo tipo también, suficientes como para poder irse de uno o dos hasta la mesa de algún supervisor, o eso podia suponer. No era del todo sexual lo que veía pero sí lo suficiente sugerente como para notar ciertas cosas, lo que pasaba cuando tomaban asiento o el verles esconderse detrás de un pilar. Entre el baile y hedonismo, era complicado el ocultarse o pasar desapercibido cuando se nota cuando alguien va solo. Es hasta que topa con uno de los acompañantes, seguido de un "perdón" que todo cambia y da vuelta a la noche. Dudando al principio cuando voltea, le ve de espaldas cuando el camina entre los demás, puede reconocer el perfume que lleva con seguridad. Su cabello ahora es rubio, el traje se amolda al cuerpo pero él sigue siendo el mismo, seguramente. Una fuerza le lleva hacia el otro, alcanzándolo hasta que una de las manos envuelve su muñeca.
Por obviedad llama la atención, pero es solo la de él.
—¿Pasa algo? —la voz le da esa respuesta que tanto esperaba. De golpe, la escena indecorosa comienza a pasar rápidamente por su cabeza como una tortura vergonzosa. Satori.
—No... ven. —le es imposible confesarse en el mismo lugar donde todos están ocupados, y Satori accede a seguirle quizá porque asi es el trabajo. Llegan a una pared, algo separada de una de las mesas grandes.
— ¿Tú no trabajas en... —es cuando le suelta, aunque eso mismo le da la sensación de que puede irse en cualquier momento por preguntarle.
—Sí, aunque solo suelo trabajar para mujeres. ¿Me conoces de ahí?
—Sí, eso fue lo que me dijiste.
Una pausa hace que Satori se aguante una risa, sube la mano para que no se distinga demasiado. Acaba por recargar la espalda en la pared, como una pose cómoda.
—Ya me acordé de ti. Pero no puedes mencionarlo cerca de alguien más.
—No era la intención.
—¿No tenemos que estar a mano después de esto?
—Kyun.
—Lo guardaré al salir de aquí.
Satori voltea, como si hubiera visto algo que le hace despegarse de la pared. Toma sus manos, ganando cercanía que le cuesta procesar en tan pronto movimiento. Es así que puede recordar esa calidez de su cuerpo aunque sea una situación distinta, en iguales condiciones al vestir parecido, chocando sutil el plástico que cubre parte de los rasgos. Kyun suelta un suspiro que solo puede percibir Satori, soltando una de las manos para recargarla sobre el abdomen y seguido deslizar los dedos a su cintura. El parece acostumbrado a la cercanía, o al menos no se notaba nervioso con el suspenso entre bocas. Pronto siente la mano opuesta, reflejando ese contacto que se vuelve caricia lenta sobre el saco caluroso.
—Es como estar solos otra vez. —confiesa, su voz carga otra profundidad cuando algo le gusta de forma genuina. Sin notar cuánto tiempo ha pasado desde que están asi, si no es hasta cuando los labios se buscan por lazo magnético. El beso no comienza por tanteo o sutileza, tampoco prudencia, la fiesta les daba esa oportunidad de hacerlo como mejor les pareciera. Su aliento caliente cubre los labios del otro, abren y se amoldan a profundidad para después traer a consecuencia el raspar su garganta, una queja profunda que alarga el encuentro intenso al interior de su boca. Quema, es electrizante como para querer retirarse por la culpa de no detenerse. Las manos comienzan a buscar espacio en el cuerpo de ambos, desordenan y tiran, acarican, aprietan por si fuera un reclamo a medias. Quisiera no llevar el antifaz para moverse mejor, pero es el único requisito para seguir. Empuja su cuerpo hasta que pueden rozarse, la camisa desfajada indica que el beso solo era pretexto para lo que deseaba.
—¿Estás... seguro de esto? —Satori le retira para sentar cabeza, aunque ambos se vean todavía agitados y con las manos aferradas.
—No importa aquí, nada. —sube un poco el antifaz para descubrirse lo necesario, volviendo con fuerza y ansias a recorrer los labios. Los dedos del otro tiran del saco, confiado que lo que hacen muere en el salón. Cuando le es posible se escapa al cuello, atrapando secciones de piel que tinta en rojizo con ahínco, siendo más complicado el mantenerse silencioso cuando los labios reciben el hormigueo del placer. Los pasos de ambos acaban por llevarlos a un espacio detrás del escenario, un muro que les separa del resto. El cierre baja, descubriendo suficiente como para tocarse, jadeando con más libertad cuando la posición asi lo amerita. Los puros roces y besos le sofocan, despertando esa necesidad por saciar cuando se decide por compartir una masturbación en conjunto. No hay nombres, tampoco volviendo a dudar cuando se escala tanto como para apretar el miembro, jalando con rapidez. Ambos intercalan el bajar la vista al estimular hasta el glande, casi sin soportar la mano de Satori jugar a la misma velocidad. Los besos son más espaciados, lentos, es íntimo aunque estuvieran en lo semi-público. Los labios siguen ardiendo, sube la mano libre a su nuca frenético tiene su fin, ensuciando de golpe y sin aviso. El líquido espeso se escurre entre dedos de ambos, pero es lo que menos importa cuando el orgasmo le devuelve una sonrisa adormilada por la excitación, teniendo más que esos minutos para disfrutarlo por lo que restaba de la noche.
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