Memor

Cuando me despido, no me gusta decir adiós. Adiós suena a sentencia, a algo que quedará grabado hasta la eternidad y las sentencias me suenan a muerte, a algo que ha dejado de existir. No me gusta la idea de que algo se termine, aunque sé que a veces hay cosas que deben terminarse, desaparecer.

La simple idea de decir adiós hace que mis nervios se alteren. Las despedidas jamás fueron lo mío. Despedirse de algo o de alguien es algo con lo que me cuesta lidiar, a pesar de que ya me he despedido de muchas cosas y personas a lo largo de mi vida, es todavía algo que me perturba. Siento que decirle adiós a algo o alguien, es borrarlo de tu mente, es hacer una limpieza en tu memoria para que deje de existir. A veces siento que decir adiós es una mentira, porque algo que queda en tu memoria, perdurará hasta tu muerte.

Desde que mi abuelo enfermó con aquella enfermedad que te va robando la memoria, he sido más precavida con mis recuerdos. Entendí que la memoria también se marchita porque también le decimos adiós a nuestros recuerdos y eso me aterra porque si hay algo que mantengo como el tesoro más preciado es mi memoria. Siempre he sido la persona más meticulosa y detallista que puede existir, no porque sea una de las tantas manías mías, sino porque siempre me he parado a observar y admirar los pequeños detalles. Me gusta la idea de que todos observen una obra de arte completa, pero que solo muy pocos, entre ellos me incluyo, estén dispuestos a acercarse y ver el material con la que está hecha, la historia detrás de ella, quién es el autor y cuál es su biografía, qué lo llevó a ser el creador de aquella obra. Me gusta la idea de tener en mi memoria esos detalles, detalles que para muchos son basura, pero que yo los aprecio porque me recuerdan que estoy viva, que estoy aquí y ahora, son memorias que me convierten en un individuo que siente, piensa, que atesora la vida y es capaz de apreciar cada instante que regala el universo. ¿Quieres un consejo? Puede que envejezca el cabello, la piel, el cuerpo entero si quieres. Que envejezca todo lo que te rodea, que las hojas se caigan en otoño, que las ramas se congelen en invierno y que nuevas flores nazcan en primavera, que pasen mil tormentas y cientos de días soleados. Puede que caiga la noche y que el cielo tenga una imagen diferente cada día. Que los libros se desgasten y se llenen de humedad si quieres, pero por favor, no dejes que los recuerdos envejezcan, no dejes que esas fotografías sean cubiertas por un manto de polvo en tu memoria. Que el tiempo pase, que las personas se vayan, pero jamás tu memoria porque una vez que la pierdas no hay vuelta atrás, aunque intentes todos los remedios, aunque alguien aparezca con el elixir de salvación, lamento decirte que una vez que envejece tu memoria, la has perdido para siempre, así que nunca le digas adiós.