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Meditaciones para un planeta enfermo o del anhelo inútil de la cultura del self-improvement

Santiago

Nov 1, 2025

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 Meditaciones para un planeta enfermo o del anhelo inútil de la cultura del self-improvement
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Se engañan la psiquiatría, la psicología, la cultura psicodélica y todas las tendencias que buscan optimizar hasta nuestro modo de defecar, al creer que podemos alcanzar un estado de plenitud, felicidad o bienestar que nos restituya a Instagram y TikTok como seres humanos completos que viven su potencial como legítimos influencers.

Medita, ve a terapia, ejercítate, duerme, toma el sol, haz el cold plunge en las mañanas y bebe AG1 antes de acostarte. Adquiere suplementos, viaja a todos los rincones del planeta, usa psicodélicos, sigue el consenso de la ciencia psiquiátrica... Sé responsable de ti mismo, y si fallas, por supuesto, será porque no seguiste las recetas o los protocolos.

Hay cierta verdad en todo eso: podemos transformarnos, elevarnos en espíritu, vivir con mayor conciencia. Pero lo que sí es falso —profundamente falso— es creer que el camino de la conciencia está libre de dolor o de penurias.

Acaso el iluminado es aquel que puede sentir el amor de la naturaleza universal y, al mismo tiempo, cargar con soberanía el dolor y la angustia de todos los seres existentes.

Hace unos años tuve dos sueños en los cuales Don Fernando González me preguntó si estaba preparado para sentir el dolor de la naturaleza.

Incautamente respondí: “Sí”.

La sensación que experimenté fue una angustia de magnitudes cósmicas: el miedo, la ansiedad, el grito de cada uno de los seres vivientes del planeta —árboles, felinos, insectos— ante la tragedia ecológica que viven y vivimos.

En el sueño, y al despertar, solo pude llorar desconsoladamente.

De ahí emergió una intuición que para mí es elemental y esencial: mientras todos los seres sufran —ellos que son nosotros, y nosotros que somos ellos—, no habrá cantidad suficiente de suplementos ni terapeutas con diplomas de Harvard capaces de elaborar nuestras heridas.

Porque acaso la depresión más fundamental, la miseria más profunda que atraviesa nuestro cuerpo y tiñe todos nuestros complejos, es saber que cada día nos estamos aniquilando; que el gran organismo del que somos parte —la Tierra y todos sus habitantes— está enfermo; y que, mientras más agudamente grita este dolor, más desesperadamente nos aferramos a nuestra personalidad e individualidad.

El único remedio para ignorar este mal es abrazar nuestro ego con desesperación.

Pasión inútil, después de todo.

Desde el fondo de nuestro ser, aquella angustia que no se va —esa pesadilla recurrente, esa depresión persistente a pesar de seguir todas las indicaciones de nuestros gurús— será siempre el recordatorio de que no hay bienestar individual sin bienestar colectivo.

Santiago

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