A veces me rindo, en días como hoy, tengo que aceptar que esto soy: mitad mujer, parte mortal, parte fuerza, parte destrucción, parte ignota. Dejo caer mi cuerpo en, lo que los humanos llaman la nada, porque le temen a la realidad. Me dejo caer como animal que perdió el rumbo. Pero respira, este animal respira y decide perderse en el movimiento repetitivo y banal de solo estar, mas la mujer me pregunta ¿qué es estar? ¿qué es dolor? ¿qué es no sentir?
Estoy triste, estoy cansada de trazar caminos para nunca llegar, este miedo infundado tiene que rendirse antes que nosotras. No quiero que este coraje se haga resentimiento. No quiero volver al bucle infinito de herirnos hasta quedar sin nada y empezar de nuevo. No quiero seguir siendo aquella que rompe su propias promesas. No quiero ser la imposibilidad de todo lo que sueñas. Te confieso que siempre esperé tu llegada, el día en que te dieras cuenta que no existe nadie más allá fuera que podrá salvarte. El día en que la primera muerte de lo que esperas sea para hacerte libre. Somos libres. Y en esta infinidad de posibilidades te pueda conmover todo allá fuera, a la vez que hiela tus huesos porque nunca aprendiste a medir con tus propios dedos la distancia entre lo que querías y a dónde podías llegar. Te diré que no estás sola y nunca lo estarás.
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