Me olvidé de mi rostro.
Perdí aquello que me caracteriza;
mis ojos desaparecieron,
y no pude ver
cómo mi nariz y mi boca
siguieron su mismo camino.
Toda facción que hubo alguna vez
acabó perdida, lejana en el tiempo, difusa en los recuerdos.
Oigo, pero no escucho.
Huelo, pero no distingo aromas.
Como, pero no saboreo.
Intento caminar entre la multitud, pero siento las risas. Las siento
sobre mi piel. ¿O quizás nadie puede ver lo que
soy?
Vamos, aún hallo órganos en mí. Puedo respirar, claro.
Puedo amar, claro. Reír, llorar, saltar, correr, gritar.
Claro, claro que puedo hacerlo.
Siempre lo he hecho.
Palpo las paredes para poder hallar asiento. Cuando me encuentro
a la altura suficiente para tomar la cama y dormitar,
alguien toca mi corazón. Siento como lo aprieta
entre sus manos.
Pregunto, enmudecido de dolor, quién puede ser.
“¿Podría compartir usted la mitad de su sentir?
necesitaría amar, aunque fuese unos segundos;
minutos, incluso.
Querría degustar la dulce melodía
que hace palpitar al corazón;
me hallo vacía.
Mis pasiones huyeron, y ahora camino
en busca de calor.
¿Podría?”
No pude negarme. Hicimos un trato.
La mitad de mi corazón
por la mitad
de su rostro.
Ahora recuerdo mi rostro;
pero tristemente no me encuentro
en él.
Recomendados
Hacete socio de quaderno
Apoyá este proyecto independiente y accedé a beneficios exclusivos.
Empieza a escribir hoy en quaderno
Valoramos la calidad, la autenticidad y la diversidad de voces.
Comentarios
No hay comentarios todavía, sé el primero!
Debes iniciar sesión para comentar
Iniciar sesión