claro que sabía lo que planeabas,
lo que te proponías al enseñarme
a amar el mundo,
al hacer que me resultara imposible
volver a darle la espalda, volver a rechazarlo.
está en todas partes; cuando cierro los ojos,
trinos, el olor de las lilas en la reciente primavera,
el olor de las rosas de verano.
pretendes arrebatármelo todo, cada flor,
cada vínculo con la tierra;
¿por qué razón me herís?
¿por qué razón querrías verme
desolada?
a no ser que quisieras que
ansiara tanto la esperanza
como para negarme a entender
que finalmente
nada me quedaba,
y creer en su lugar
que al final lo único que me quedaba
eras vos.
me mataría en noviembre
si te parecieras a las cosas perecederas.
pero no. fuiste casi exacto:
ternura, calma, amor, amigo, padre
y un tango gastado.
me mataría en noviembre
de no ser por esta nostalgia
que tengo de vos.
y la incertidumbre del descanso.
si yo sobreviviera casi nula,
inerte como el silencio:
el verdadero silencio de catedral vacía,
sin santo, sin altar. solo yo misma.
y si no fuera verano,
y si no fuera el miedo de la sombra,
el miedo de la lápida en la oscuridad,
el miedo de que sobre mí
broten plantas y entierren
sus raíces en mis dedos.
me mataría en noviembre
si el miedo fuera amor.
si noviembre, junio.
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