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    Me hice tinta

    Ann

    Abr 16, 2025

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    Me hice tinta
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    La tinta se adhirió a la punta de mi dedo anular ante un descuido y regresó para cubrir al meñique, mientras se hacía espacio entre mis uñas. 

    Mi manía, esa tarde, hizo que los rastros de tinta se acomodaran a un costado de mi mano derecha. La tinta seguía entre mi mano y la hoja, humedeciéndola y llenando su blancura. Extrañamente, las palabras ya estaban sobre la hoja y mi mano se contenía a seguir su trazo. 

    Bastaron un par de minutos para que las paredes de mi habitación desaparecieran; ahora, tan grande como mi mente y tan pequeña como mi conciencia en ese instante. La luz que reflejaba el trozo de papel ya no provenía de la ventana frente a mí, sino de lo que se revelaba seguido de los finos movimientos de mis articulaciones. 

    El ruido dejó de ser ruido. El intenso calor que enrojecía mis mejillas me envolvió, mientras yo permanecía inerte. Poco a poco, dejé de percibir mi respiración y mi mirada se unió a la hoja. No puse resistencia. No tenía ganas de guardar la tinta. No tenía ganas de despegar la pluma del papel. 

    Tomé el recipiente en el que la tinta era contenida y una espesa gota resbaló de aquel. Atravesó mi palma izquierda y, lentamente, recorrió mi antebrazo. La acerqué a mi boca y la esparcí sobre mis labios y sobre mis dientes. Cada vez más líquida, llevé a la tinta, con la dirección del índice y la dimensión del pulgar, hasta mi cuello. Pronto, la tinta cubrió mi pecho, mi vientre y mis piernas.  

    Me hice tinta. Me desvanecí sobre la hoja, su porosidad me absorbió y me quedé impregnada en ella. Aquí, esperaré a que el viento me seque, y el sol se apiade de mí, que me rescate y resguarde en su fulgor, pues mis venas se llenan de ella, mis lacrimales la derraman y mis huellas la extienden. 

    Ann

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