Me habita una tristeza extraña,
deambula por el pecho y juega con las venas bajo la piel,
porque quizá si la abro, quizá si la libero...
me deje en paz por fin.
Me habita una tristeza infinita, pero intermitente.
Siempre soy funcional,
pese a que esa tristeza me atraviese y me parta en dos,
sigo valiéndome por mí misma
y necesitando poco, poquísimo para continuar.
Pero no sé si eso es una virtud
o simple y llana resignación,
no sé si estoy viviendo una vida que elijo
o si me levanto todos los días y me dejo llevar por el debería,
debería hacer y ser así,
porque me habita esta tristeza ambigua
que todo lo contamina, que todo lo alcanza
y es dulce y es ácida
y convierte una caricia en el dolor de un golpazo
y la alegría en un mito distante.
Me habita esta tristeza imponente,
casi cegadora, totalmente inútil
que inspira frases huecas
que no llegan a ningún lado y no dicen demasiado.

Florencia Velázquez
Escribo como evidencia de que aún estoy viva. El libro está en proceso, lo actualizo cada vez que me inspiro.
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